Curado de espanto
Odelín Alfonso Torna
LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) – Al atardecer del 15 de mayo me encontraba en el aeropuerto número 3, ubicado en el municipio capitalino de Boyeros. Por esta terminal arriban los vuelos comerciales provenientes de Europa y algunos países de Centroamérica. Observaba la pizarra electrónica de confirmación de vuelos y aparecía cancelado el de Habana-Cancún, que debía llegar a las 9 de la noche.
Horas antes leía las reflexiones de Fidel Castro. El reflexivo en jefe arremetía contra las autoridades mexicanas por el anuncio tardío de la influenza H1N1, aun después que el mandatario norteamericano abandonara la ciudad azteca. Más de lo mismo, el clásico acorde sobre la partitura de un político desafinado hasta el tuétano.
En ese momento me pregunté por qué Fidel Castro no suspendía los vuelos desde y hacia los Estados Unidos que arriban por la terminal número 2 de Boyeros, ya que en estos momentos el “enemigo” registra la mayor cantidad de infestados con el virus H1N1. El pariente que me acompañaba, sin dejar de mirar hacia la puerta del salón este me dijo: “Es la manía de increpar siempre a alguien, es la Castro influenza que nos agobia”.
El argumento se convirtió en un pie forzado. Recordé las vivencias de Víctor E. Frankl, psiquiatra y escritor austriaco sobreviviente del campo de concentración nazi, en Auschwitz. Frankl dijo en su libro El hombre en busca de sentido: “También es positiva la vida que está casi vacía, tanto de creación como de gozo, y que admita una sola posibilidad de conducta; a saber, la actitud del hombre hacia su existencia, una existencia restringida por fuerzas que le son ajenas”.
¿Habrá peor influenza que el desasosiego, la apatía y la desesperanza en medio siglo de colectivización político-ideológica?
Claro que es incomparable la crudeza del nazismo con cualquier otro escenario de exterminio o de régimen político existente, después de la rendición de Alemania el 8 de mayo de 1945. ¿Cuál sería la existencia positiva del cubano con un gobierno absolutista a cuestas? Hoy estoy casi seguro de conseguir 12 millones de respuestas sin que una difiera de otra, al menos sobre las condiciones generales de nuestra propia existencia.
En Cuba cada individuo es prisionero de su naturaleza y libertad espiritual. Más aun cuando somos parte de una sociedad marcada por los estereotipos. A pesar de que existe un mínimo, casi nulo, contagio de la Castro influenza, todavía hay quienes prefieren llevar el bozal antiséptico por conveniencia.
No se trata de creer que el socialismo tiende a mutar porque tenemos una dirección de correo electrónico (@.cu), o porque llevamos un teléfono Motorola colgado en la cintura. Tampoco creernos estériles a la doctrina por la convocatoria raulista a la cultura de debate, o porque el chofer de los P (ómnibus articulado) acepte el soborno ciudadano.
Aún así, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU resuelve reforzarle las alambradas al castrismo hasta el año 2012, al concederle otro período a Cuba en su membresía.
Mientras tanto, Raúl Castro organiza un convoy militar que garantice el traslado seguro del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos hacia la cámara de exterminio.
Cuando me retiraba de la terminal aérea número 3 de Boyeros, alrededor de las 10 de la noche, en la pizarra electrónica parpadeaba en letras rojas el vuelo no confirmado de Panamá-La Habana. Pensé lanzarle a mi pariente una de mis teorías, cuando vi que se acercaba un guardia de la aduana. Sentí los síntomas de la Castro influenza y me quedé callado. A veces, por instinto de conservación me sucede algo parecido. Luego tuve que reír; el guardia prendó un cigarro y siguió su camino.
Mi pariente no entendió por qué me reía. De seguro me hubiera dado el pie forzado para otro artículo. Nada, ese es otro que está curado de espanto.
odelinalfonso@yahoo.com
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