El dependiente
Lucas Garve, Fundación por la Libertad de Expresión
LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) - Una vecina dio la voz:
-¡Llegó el aceite, caballeros, y lo venden por la tarde!
Obligado a salir a la calle al mediodía, sabía con certeza que no lo compraría ese día. “Tal vez mañana”, me dije. Pasaron varios días.
Al fin, el viernes me levanté temprano y fui a la bodega. Cargué con un envase de aceite vacío de una libra. Es lo que venden para dos personas hasta el mes que viene.
Cuando me coloque junto al mostrador el dependiente no estaba. El del mostrador de al lado, el carnicero, me preguntó si había comprado el pollo, aunque debió decir el muslo y el encuentro de un pollo para dos personas. Lo marcó en la cartilla. Lo pagué y lo eché en mi jaba. Ya tenía el pollo frito. Le pregunté por el dependiente del aceite. Me respondió que había salido un instante. Lo único que no precisó fue que el instante duraría 50 minutos.
Al cabo de ese tiempo, apareció el empleado, Piro, siempre jovial, calvo, enjuto. Después de saludarlo puse la botellita para el aceite sobre el mostrador junto con la cartilla de racionamiento.
Entonces, con cara de acontecimiento, me dijo que tenía que esperar otro rato. Llamó a un socio y le dio 60 pesos, diciéndole que fuera a casa de alguien y le comprara dos litros de aceite. Puso en sus manos un envase plástico envuelvo en un papel. Se fue el mandadero del Piro y yo quedé esperando 20 minutos más. Cuando regresó Piro inició una maniobra casi secreta debajo del mostrador y me llenó el pomito con aceite. Le pagué 45 centavos.
En el barrio todos se quejan de Piro. Cuando no se acude rápido a comprar su cuota, Piro la revende sin mucha preocupación. De eso vive en realidad. El sueldo de dependiente de una bodega no alcanza, es de 200 pesos. Y con eso, aquí no vive nadie.
La señora del apartamento vecino me contó que hace dos meses se atrasó cuando le tocó ir a comprar el arroz de la cuota, 6 libras por persona (en su caso 24 libras porque son 4). El día que fue a comprarlo, el dependiente le explicó que no había más arroz.
-¡Se evaporó! –le dijo.
Entonces Piro puso 40 pesos sobre el mostrador y le propuso que fuera a comprarlo al agro mercado de venta libre. Ella ripostó con vehemencia y lo amenazó con denunciar el hecho. Optó por mudarse a otra bodega.
Otros clientes han denunciado casos similares en las reuniones de vecinos con el delegado de circunscripción, pero no sucede nada al respecto. Si no vas rápido a comprar tu cuota de alimentos y de productos para aseo, ¡abracadabra! ¡Se evaporan por arte de magia!
Cuando el río suena piedras trae. Para seguir el refrán al pie de la letra mejor es buscar los comestibles de la cuota de racionamiento inmediatamente, antes de que Piro empiece a venderlos. Si no, te quedas sin ellos. No es que falten, es que los dependientes los revenden. Ellos también tienen que sobrevivir.
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