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4 de marzo de 2009
OPINIÓN

Disidentes cubanos, un obstáculo ¿para quién? 

Miguel Saludes  
 
MIAMI, Florida, marzo, (www.cubanet.org) -Propuestas que apuntan hacia un cambio de estrategia en la política norteamericana hacia Cuba, y el apoyo de una parte considerable del exilio a este giro, centran la atención sobre el tema cubano. La polémica se desarrolla teniendo como trasfondo el asentimiento al alivio de las restricciones impuestas a los residentes cubanos en Estados Unidos, respecto a viajes y envío de dinero a su país de origen.  

El muro de la disidencia, un artículo de  Ivette Leyva publicado en El Nuevo Herald, ha merecido especial atención. El escrito enfoca, desde el punto de vista de la autora, la crisis en la que se encuentra sumida la oposición interna en la Isla. Las críticas que Ivette hace a este sector se fundamentan en una parte objetiva de la verdad, de donde se toman algunos elementos, los más negativos, para presentar una imagen poco favorable del movimiento opositor interno. El análisis incompleto de esa realidad no hace favor a la dictadura, pero a su vez es injusto y poco generoso con los que enfrentan la dictadura en su propio terreno.  

Cierto que la oposición ha envejecido junto con el régimen. Si no han logrado mejores resultados en su accionar no ha sido por falta de empeño y entereza. Que sean ignorados por visitantes ilustres, huéspedes del gobierno, es comprensible. En esa decisión influyen factores como la simpatía de estos para con el castrismo, la doble moral que florece también en los más altos y respetables niveles, así como al doble rasero que persiste en ser aplicado para diferenciar autoritarismos de izquierda y de derecha.  

Las iniciativas de la oposición cubana se han caracterizado por su nivel cívico. En su accionar, tal vez demasiado tímido para lo que muchos esperan de ellos, no puede ser señalado un solo acto de violencia. Su empuje no se revirtió en la formación  de un extenso movimiento popular, como el que protagonizó brevemente las protestas callejeras a mediados de los noventa. Las condiciones que imperan en Cuba no son propicias a modelos parecidos a Solidaridad.  

La parálisis de un gobierno que se resiste al cambio no puede ser equiparada con el pobre desarrollo alcanzado por ciudadanos que se resisten a claudicar ante el poder. Luchan haciendo documentos, conferencias o tomándose la libertad de expresión, algo que puede ser apreciado como signo de anquilosamiento, puede ser también visto como perseverancia. La persistencia del testimonio adquiere mayor importancia en un medio adverso donde muchos optan por la pasividad o el escape.  

Es triste que la democracia aún no se haya concretado en la patria cubana. Pero el esfuerzo hecho por decenas de hombres y mujeres durante estas décadas logró abrir el camino hacia esa meta. Razón que no debe ser minimizada y que compensa el sentimiento de tristeza con la convicción de que nada se hizo en vano.  

Fidel Castro, hay que reconocerlo, desarrolló una maquinaria casi perfecta para mantener su tiranía. La mayoría, gobiernos e instituciones, dieron por hecho el afianzamiento de ese sistema y se aprestaron a convivir con él. A pesar de todo, y de todos, los disidentes crecieron. No importa cuan limitado estén dentro del gueto. La gente sabe quienes son. Aunque aparenten ignorar que existen. La fuerza del miedo ayuda a la amnesia colectiva.  
Contra la disidencia conspiran muchas cosas. Sobre todo una organización policial cuyos miembros cuentan con recursos cuantiosos y  las 24 horas de cada día, para anular a estos ciudadanos. Estos, expulsados de sus trabajos, sin recursos y sometidos a una vida llena de sobresaltos, no pueden pedir al resto de la sociedad que imiten lo que parece ser un acto de locura suicida.  

En el 2003 muchos fueron puestos tras las rejas. Cincuenta y cinco siguen en esa situación. Ivette nos recuerda la cifra señalando con signos de admiración que conforman la mayoría. Surge la duda si la articulista se admira por el castigo o por el número de los  que continúan castigados. Es posible que cincuenta sea un número insignificante, pero a pesar de las crueles condenas, el periodismo independiente y otros grupos de la sociedad civil siguieron creciendo. Poco importa que fueran cien o mil. La ola represiva fracasó en su propósito aniquilador. Eso es lo que cuenta.

Las Damas de Blanco salieron a la luz, no por casualidad, sino como respuesta a la prisión de sus seres queridos. Ellas también han envejecido a lo largo de estos años pero su mayor resultado ha sido romper un mito. La calle ya no es solo de los revolucionarios, léase las turbas gubernamentales.  

Grietas siempre surgen en los muros y paredes. La de la oposición no puede ser regla de excepción. El mayor daño proviene de la mano siniestra que quiere derribar ese estorbo en su camino.  

Finalmente el escrito cierra con una nota de esperanza. Los ojos de la expectativa se enfocan hacia un grupo de jóvenes, a los que califica de originales e independientes. Se abren ciertas dudas ¿Será que los disidentes carecían de esos atributos? Las acciones individuales, ciertamente valerosas, que sus actores declaran como apolíticas,

¿conseguirán lo que no ha podido la oposición frontal? ¿La democratización vendrá a Cuba por la vía de un blog, canciones contestatarias de un grupo de rock y por la promoción de un libro hecha por su autor fuera del marco oficial?   

La disidencia cubana, no obstante sus errores y debilidades, sigue siendo el mayor obstáculo que enfrentan los que quieren mantener en el derrotero totalitario a la nación cubana. El título que escogió Ivette Leyva para su artículo crea una ambigüedad acerca de la palabra muro, aplicada a los disidentes, constituidos en una barrera no sólo para el gobierno de la Isla, sino para muchos que quisieran arreglar las cosas de manera expedita. En ese panorama la oposición se convierte en elemento inoportuno.  

 

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