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3 de marzode 2008
OPINIÓN

¿Ha valido la pena?

Adrián Leiva 

MIAMI, Florida, marzo, (www.cubanet.org) -Ayer mi madre cumplió 80 años. No pude estar junto a ella en mi casa de La Habana. La pasada semana un amigo recibió la noticia del fallecimiento de su madre en la capital cubana; no pudo asistir a los funerales. 

La historia se repite cada día desde hace medio siglo, siempre con el mismo resultado: dolor y desgarramiento en las familias cubanas.  

Las restricciones migratorias que se les imponen a los cubanos, desde ambas orillas del estrecho de Florida, violan los derechos humanos básicos de un pueblo en destierro. 

Al principio, fueron unos pocos los emigrantes, los miembros de las clases sociales más altas y las personas comprometidas con la anterior dictadura, llamados “gusanos” por los nuevos dictadores. Con los años, como resultado del gran fracaso, se sumaron a la larga lista de emigrados muchos profesionales, ex dirigentes, ex militares de todos los rangos, obreros y campesinos desencantados; el pueblo en la diáspora. Una nación dividida, un país destruido. 

Soñando con emigrar, cual si fuera una bendición, miles o quizás millones de  cubanos miran hacia la estrella que señala el norte o cualquier destino, mientras hacen la guardia del CDR. Escapar del “paraíso cubano” sigue siendo el objetivo. Todo apunta hacia la destrucción de la familia cubana.  
Las escasas 90 millas que separan a Cuba de las costas de los Estados Unidos, se han convertido en un largo camino, un monumento al dolor y el desgarramiento humano infligidos al pueblo de Cuba.

La intolerancia y la confrontación entre los gobiernos de Cuba y los Estados Unidos son el telón de fondo de esta gran tragedia de la familia cubana. 
El artículo 13 de la Declaración de los Derechos Humanos, expresa textualmente:
Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado.
Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso el propio, y a regresar a su país.

Lo que para cualquier ciudadano del mundo es una realidad: fijar o simultanear residencia en otro país sin perder los derechos naturales que tiene en su país de origen; es sólo un sueño para los cubanos. Para el cubano  emigrar significa ser despojado de todos sus derechos ciudadanos y la confiscación de todas sus pertenencias; así lo dictan las disposiciones migratorias del gobierno de Cuba, que aplican un destierro forzoso y convierten al emigrante cubano en un paria sin derecho a regresar a vivir en su tierra. Alguien que sólo puede regresar de visita, después de obtener un permiso del gobierno de Cuba y pagar una cifra exorbitante por unos trámites que tienen un fuerte olor a extorsión.
 
Por otra parte la Declaración sobre la Protección de Todas las Personas contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, adoptada por la Asamblea General en su resolución 3452 (XXX), de 9 de diciembre de 1975, establece de manera inequívoca en sus artículos relacionados a continuación lo siguiente: 
Artículo 1. 2. La tortura constituye una forma agravada y deliberada de trato o pena cruel, inhumana o degradante.

Artículo 2
Todo acto de tortura u otro trato o pena cruel, inhumana o degradante constituye una ofensa a la dignidad humana y será condenado como violación de los propósitos de la Carta de las Naciones Unidas y de los derechos humanos y libertades fundamentales proclamados en la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Artículo 3

Ningún Estado permitirá o tolerará tortura u otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes. No podrán invocarse circunstancias excepcionales tales como estado de guerra o amenaza de guerra, inestabilidad política interna o otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes. O cualquier otra emergencia pública como justificación de la tortura.  

Los Aliados, al concluir la segunda guerra mundial y redactar los estatutos que servirían de base jurídica en los tribunales internacionales para juzgar los crímenes de guerra nazis, encontraron suficientes argumentos para declarar que la deportación del ser humano de su país de origen es un crimen de lesa humanidad y considerarla como tortura mental al ser humano, a quien se priva de su familia y su raíces. 

La tortura no siempre dejas huellas corporales visibles, en este caso las huellas quedan en la siquis y el corazón. Los cubanos emigrantes han sido victimas de torturas sicológicas al aplicarles el gobierno de Cuba el estatus de “salida definitiva” que no es más que un destierro, una deportación. 
¿Tendrá en su agenda esté tema él relator de las Naciones Unidas contra la tortura que visitará Cuba en esté año? 

Que respondan los mercaderes del dolor y las restricciones migratorias y de viajes al pueblo de Cuba en ambos lados del estrechó de la Florida: legisladores, gobernantes y espectadores inmóviles del drama cubano. ¿Ha valido la pena sembrar y continuar sembrando tanto dolor?

 

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