El último servicio de los esposos Myers 
Miguel Saludes 

MIAMI, Florida, junio, www.cubanet.org -El horizonte de las relaciones políticas entre Cuba y Estados Unidos vuelve a cubrirse de nubes negras. Walter Kendall Myers, trabajador jubilado del Departamento de Estado,  y su esposa Gwendolyn Steingraber Myers, resultaron acusados de espiar a favor del gobierno cubano por casi tres décadas. La noticia apareció a la luz pocos días antes de que la Corte Suprema norteamericana decidiera considerar el caso de cinco cubanos presos en el país norteño por esa misma razón.  

Lo extraño es que según informes publicados en la prensa, la pareja Myers estaba en una lista de personas vigiladas por el Departamento de Estado desde 1995. Las sospechas se produjeron luego de una estancia de los implicados a Cuba, donde fueron recibidos por Fidel Castro. En el 2006 el FBI amplió las investigaciones tras un viaje del señor Myers a China.   

Cuestiones de espionaje raramente son motivo del rompimiento de relaciones entre países. El fisgoneo entre partes es una actividad casi normal en nuestro mundo. Se espían enemigos y amigos. Los rivales políticos y empresariales. En tiempos de Guerra Fría numerosos agentes soviéticos y norteamericanos fueron sorprendidos en actividades de esa índole. Además de las conocidas notas de protestas y algún que otro mensaje encendido, la sangre nunca llegó al río. Incluso no son pocos los agentes pillados pasando información desde territorio norteamericano hacia Israel, un sólido aliado de Estados Unidos. 

La práctica es tan común que hasta existe una especie de ética entre espías. Lo confirma el ex oficial de la CIA Brian Latell en su libro Después de Fidel, donde el autor refiere dos visitas oficiales que hiciera a la Mayor de las Antillas, a principio de los noventa. Cuenta Latell que su presencia no pasó desapercibida para sus homólogos. De la misma forma oficiales cubanos han ingresado en territorio estadounidense, sea con falsa identidad, en viajes de placer o en funciones de carácter oficial.    

Para Fidel Castro la detención de los supuestos agentes, sería una respuesta despechada de su entrañable enemigo por el levantamiento de la suspensión de Cuba en la OEA.  Pero “la historieta,” como la califica el gobernante cubano, puede tener otras connotaciones.  

El expediente de los esposos Myers llegó en el momento más oportuno para las posiciones confrontativas extremas entre ambas orillas del Estrecho de La Florida. Ha sido tanta la coincidencia que algunos no dudan en especular sobre una doble jugada de la inteligencia cubana. Facilitar información sobre los viejos favores prestados por el matrimonio norteamericano, daría la excusa para avivar el fuego de la discordia. El hecho redundaría negativamente en una posible revisión por parte de la Corte Suprema sobre el caso de los Cinco.  

¿Existían posibilidades favorables para los ex miembros convictos de la red Avispa? No se podía descartar una respuesta positiva, dado el nivel de independencia que existe entre los poderes en Estados Unidos y el peso que tiene la decisión de la Corte en sus determinaciones.  Un veredicto favorable para los presos descolgaría una de las banderas enarboladas durante años por el régimen cubano quitaría justificación a su peroración y dejaría al desnudo completo la prisión impuesta a un grupo de cubanos por ejercer el activismo cívico. Ni siquiera les quedaría el recurso de negociar un canje con Washington.  

Desde otra perspectiva, una ratificación de las condenas por parte de la Corte validaría lo que la Habana califica de ensañamiento dirigido desde Miami. Así como el affaire de los viejitos espías resulta útil para mantener el ritmo estridente de la belicosidad.  

Argumentos aparecidos tras la detención de los Myers, como la necesidad de mantener el embargo por ser un medio eficaz de protección para Estados Unidos, refuerzan la estrategia contra un acercamiento que en realidad resulta poco grato para el gobierno totalitario. Los que así piensan, estiman que esa medida limita el movimiento de funcionarios cubanos en ese territorio, evitando que el país norteño se llene de espías cubanos. Tesis que bordea lo ridículo.  

La reacción del gobierno cubano y sus amigos ha sido la esperada. Tras rechazar la decisión de la Corte, culparon al presidente Obama. "Los jueces hicieron lo que el gobierno de Obama les pidió'', expresó una declaración de la Asamblea Nacional de Cuba, presidida por Ricardo Alarcón.  

La Corte Suprema difícilmente aceptaría analizar el caso de los cinco cuando acaba de explotar, casi ante su rostro, un nuevo suceso relacionado con un asunto tan delicado para la opinión pública norteamericana. Quienes creen firmemente en el dogma de que el fin justifica los medios, no puede extrañarles que la muerte o la prisión de alguien pueda ser conveniente para los que se presentan en actitud de defensores o salvadores del condenado. El martirologio ideológico ha sido una de las mejores tribunas sobre cuyo altar han celebrado con éxito los dictadores de la izquierda totalitaria. 

Gloria La Riva, coordinadora del Comité Nacional por la Libertad de los Cinco, desde su sede en San Francisco, declaró que la decisión de la Corte es una vergüenza. Tras alegar que los cinco cubanos presos protegían a su patria de un nido de terroristas exiliados en Miami, dijo que la batalla no se ha acabado. Justo lo que buscan los que viven de esta larga contienda.