Invasor a la vista

José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) - Los ahijados de Chávez, Correa, Morales y Ortega, se la están poniendo difícil a nuestros paisanos de Miami que en los últimos tiempos se han dedicado a la introducción y venta de ropas en el mercado negro habanero.

Cada vez son más los latinoamericanos que participan en esta movida, trasegando mercancía que adquieren en sus respectivos países, o en Panamá, Costa Rica, México, y que entregan a nuestros revendedores a precios de bulto, o sea, maletas llenas con decenas y cientos de piezas tasadas a 2 o 3 CUC cada pieza, sin distinción, a fin de que puedan tener rápida salida y con ganancias significativas para el intermediario en el mercado minorista. 

Es una variante que últimamente habían iniciado aquí algunos cubanos residentes en Florida, y con éxito tal que parecían estar abriendo una brecha, muy en ciernes y a la sombra, pero promisoria para nuestra nueva empresa privada. 

Sin embargo, las jóvenes hornadas del socialismo del siglo XXI se están atravesando en sus planes como el clásico hueso en la garganta. Y en qué momento, justo cuando las shopping de la Isla amanecen cada día más desabastecidas.  

Para colmo, su competencia resulta desleal, no sólo por la amplia capacidad de movimiento de que gozan los latinoamericanos en estos predios, y por la impunidad que les otorga ser mimados del régimen, sino porque, entre ellos, el número de estraperlistas (con ropa y enseres varios) supera ya al de nuestros adelantados miamenses. Luego, parecen reproducirse por mes, como los curieles.

Muchos han venido a Cuba a estudiar -solamente en la Escuela Latinoamericana de Medicina ingresan cada año unos mil 500 alumnos-, pero asimismo llegan mediante los más diversos planes, desde programas de intercambio cultural, becas, eventos, congresos, conferencias, brigadas constructoras, hasta como pacientes de nuestros servicios internacionales de salud.

Y claro que también abundan los que formalizan relaciones de pareja con cubanos, situación que facilita, tanto para ellos como para los nuestros, la frecuente salida y entrada en el territorio nacional, sin excesivas trabas migratorias ni aduaneras.

Habría que sumar, además, otra notable cifra de noviazgos y matrimonios, frutos del trabajo internacionalista realizado por cubanos en América Latina. “El amor y el interés se fueron al campo un día”, sentencia un antiguo refrán. Y aun cuando no sea justo generalizar, lo cierto es que, con tal que represente una escapada del Morro hacia fuera, al compatriota le da lo mismo misquita que sueca. 

No en balde se comenta que muy pronto no podremos seguir diciendo aquello de que aquí el que no tiene de congo tiene de karabalí, porque también tendremos de arawako, aymara, totonaca o chibcha, mezclados con dosis puntuales. 

Asunto de importancia secundaria en todo caso. Lo que le ronca el mango es que el primer amago de inversionistas nacionales (por llamarles de algún modo) para el negocio con capital propio, termine en malogro  debido a esta invasión de las tribus del bolivarismo.

¿No será que han planeado su ofensiva como un contraataque destinado al acaparamiento del contrabando de ropa a favor del monopolio estatal centralizado?