El secreto de Le Bon

Tania Díaz Castro 

LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) - Recuerdo que mi padre, por los años cincuenta del siglo pasado, comentaba con sus amigos el libro Psicología de las masas, de Gustave Le Bon, una importante obra de finales del siglo XIX. Pasó el tiempo y aquel famoso y viejo libro, escrito en 1894 en Francia y traducido al castellano por numerosas editoriales de España y Latinoamérica, nunca más lo vi. Desapareció de las librerías y de las bibliotecas de Cuba. Ni siquiera en la casa de un amigo escritor pude encontrarlo. Fue como,  si a partir de 1959, se lo hubiera tragado la tierra. Entre los miles de libros impresos por las editoriales cubanas, propiedad del gobierno, jamás estuvo Psicología de las masas.  

Hace poco pude obtenerlo gracias a Wikipedia, la enciclopedia libre de Internet tan criticada por la prensa oficialista cubana. Comencé a leerlo y de inmediato supe por qué esta obra de Le Bon desapareció de la Isla de Fidel Castro. Usado con perversidad, el libro puede ser un manual para que los líderes políticos aprendan a manipular y dirigir a su antojo a las masas incultas, es decir, a los que no pueden reaccionar a sus manipulaciones, por desconocer las técnicas con las que son esclavizadas. Creo que ha resultado ser un libro muy útil para ese tipo de hombres que aspiran a convertirse en dictadores de sus países.  

La obra explica con lujo de detalles las principales características de las masas, sobre todo su credulidad y movilidad; cómo a través del tiempo el alma de las masas se enferma, se debilita de tal manera que termina por asumir una indiferencia propia de sus dolencias, hasta retroceder en la escala de la civilización.

Le Bon califica a las masas como femeninas, sobre todo las masas latinas, a diferencia de las anglosajonas, puesto que se impresionan más por los sentimientos excesivos y prefieren, en vez de jefes paternales y bondadosos, a aquel que las seduce abusando de las afirmaciones violentas y presume de la estructura de un César. Si en algún momento, por ejemplo, ese jefe pierde la fuerza física, queda incluido en la categoría de los débiles. Es entonces cuando las masas, ya sin miedo, lo desprecian, y llegan a no querer recordar que fueron doblegadas con la misma facilidad como cuando las alondras son hipnotizadas por el espejo del cazador.

Los dictadores, a pesar de inspirar miedo a las masas, sienten por ellas un miedo mucho más intenso. Saben, porque han leído a Le Bon, que las masas jamás razonan, que sus juicios fueron impuestos, y que como son tan impulsivas y móviles, no necesitan de mucho tiempo para cambiar de idea.