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Extraño caso de balseros extraviados o el síntoma de la tormenta 

Miguel Saludes 

MIAMI, Florida, junio, (www.cubanet.org) -La escena montada en el litoral costero de La Habana, casualmente frente al edifico de la Oficina de Intereses de Estados Unidos, pone en evidencia que algo se cocina por aquella parte. Cada vez que estamos en la antesala de una crisis, surge algún incidente de esta índole. El suceso, aparentemente irrelevante, termina convirtiéndose en el punto inicial de un evento de magnitudes impredecibles.  

Una citación, emitida supuestamente desde la sede consular norteamericana y enviada a varios expresos políticos cubanos, fue el preludio del conflicto ocurrido a inicios de los ochenta. Un grupo de estas personas, congregadas frente al lugar entraron en avalancha al recinto diplomático acosadas por el “pueblo indignado.” Un amigo, que en aquella época vivía por esa zona, pudo barruntar la borrasca con antelación. Contaba que desde el día anterior en que se produjeron los hechos, se apreciaba un extraño movimiento de personas y vehículos oficiales por los alrededores. La noche antes se instalaron varias cámaras fílmicas en edificios aledaños.  

En los días previos al éxodo de los noventa, los ánimos estaban al rojo vivo en Cuba. Caminaba una noche por La Habana cuando presencié una escena un tanto llamativa. Un grupo de curiosos miraba con asombro la exposición de mercancías en una tienda capitalina dedicada a la venta en divisas. Las cortinas habían sido corridas para mostrar lo que hasta ese momento estaba fuera del alcance de los nacionales, ofertado en dólares. Un incidente interrumpió la mudez del ambiente. Dos jóvenes en bicicleta alentaban a romper la vidriera del comercio. Los incendiarios vestían impecables pantalones de mezclilla y buenas camisas. Estaban pelados de manera demasiado correcta y sus rostros no hacían percibir los furores del Período Especial. Pocos días después ocurrió el maleconazo, seguido por una salida masiva de cubanos.  

Las escenas anómalas vuelven a repetirse ahora. En esta ocasión fueron captadas y trasmitidas casi de inmediato por los canales televisivos. Un grupo de balseros, compuesto por un quinteto de hombres, hicieron un aparente intento de salida en una embarcación improvisada. La expedición se malogró al ir a recalar al litoral habanero, justo frente al edificio más controversial de la capital cubana.  

En pleno día, con una indumentaria poco creíble como para el tipo de viaje a la que se disponían a emprender, los individuos forcejeaban para no ser atrapados en un aparatoso operativo. Una lancha guardafronteras y efectivos militares de la misma entidad en tierra, acorralaron a los frustrados navegantes. Uno de ellos atacó con un ancla a la embarcación militar. Finalmente los viajeros fueron capturados y conminados a subir a dos flamantes jeeps de la unidad especializada. En las imágenes se destacaba la presencia de oficiales vestidos con impecables uniformes del Ministerio del Interior. El lenguaje fuerte, proveniente de los arrestados, contrastaba con la entonación tranquila de sus captores. Tampoco parecía convincente la cobertura dada a los reporteros que tomaron las secuencias de los hechos, de manera casi íntegra.  

¿Cuál puede ser el objetivo de esta mala producción fílmica? El espectáculo, apreciado por mucha gente, sirvió para trasmitir un doble mensaje. El primero estaba dirigido a los ocupantes de la sede consular, frente a la cual se produjo el evento. Ellos deben trasmitir el desespero evidente de la población, que no duda en lanzarse al mar, en plena ciudad y a pleno sol. Incluso se enfrenta a las autoridades emitiendo su inconformidad sin miedo. ¿Una maniobra para apresurar conversaciones favorables?  

La segunda versión del mensaje, destinado a los propios ciudadanos, se encontraba en las declaraciones de los oficiales a cargo de la operación. Los balseros interceptados serían conducidos a sus casas porque en realidad no había cometido delito alguno. Por su parte los detenidos alegaban que su decisión de irse se debía a que ellos no estaban de acuerdo con aquello. “Nos vamos porque esto no nos gusta.” La frase gritada desde la balsa, fue reafirmada al periodista. No hubo evidencia de mayor severidad en el trato hacia los infractores. ¿Incitación a la imitación?  

De forma paralela comienza a aplicarse una política de austeridad severa. A la escasez de productos se suma el implemento de horario de apagones. La restricción de consumo eléctrico, según las noticias, afecta ahora hasta las instalaciones médicas, lo cual nunca ocurrió ni siquiera en los peores momentos de la crisis en los noventa. Fuentes provenientes de la Isla confirman que los rumores de un posible éxodo están tomando fuerza.  

El acontecimiento ocurrido frente a la Oficina de Intereses debe ser tenido en cuenta con prontitud. Existen pocos elementos que indiquen se trató de un hecho fortuito. El drama desarrollado a una diminuta escala puede producirse en dimensiones gigantescas. La responsabilidad sería cargada una vez más a la política de Estados Unidos hacia el gobierno cubano. La alusión a la legalidad del intento tiene implicaciones serias. Aunque la tentativa encontró el impedimento por parte de las autoridades, no fue reprimida ni condenada.  

La crisis parece inminente. Para evitarla, el gobierno norteamericano debe eliminar todo pretexto que la justifique. Uno de los principales argumentos que sirve de pilar a este tipo de acciones es la Ley de pie seco y pie mojado, que debe ser revocada lo más pronto posible. Incluso sería saludable ajustar la Ley de Ajuste Cubano, llevándola al propósito para el que fue creada originalmente: perseguidos y refugiados políticos. Toda precaución se vuelve poca cuando se trata de tapar el salidero que viene, si es que aún hay tiempo para evitar el derrame.

 

 
 
 
 
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