De la OEA me han dado un recado

Moisés Leonardo Rodríguez

LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) - La incongruencia entre el discurso y los hechos de las personas y los políticos, es una condición necesaria y suficiente para identificar a demagogos y populistas.

El presidente de Honduras, Manuel Zelaya, declaró durante la inauguración de la Asamblea General 59 de la Organización de Estados Americanos (OEA),  que sus sesiones debían dedicarse a buscar vías para que reinara la filosofía de la no violencia entre sus miembros.

En franca contradicción con lo anterior, Zelaya y un coro de ciegos y desleales, defendieron lo que consideraron un acto de justicia: la derogación de la declaración que separó al gobierno comunista de Cuba de dicha institución en 1962.

Parecen haber olvidado el mandatario y sus acompañantes que la lucha por la independencia de India la desarrolló Mahatma Gandhi con hindúes e ingleses no violentos, y no precisamente con los violentos agentes represivos naturales de la colonia y los traidores nacionales.

No fue con miembros del Ku Klux Klan con los que Martin Luther King llevó a cabo las luchas pacíficas por los derechos civiles en los EU. 

Olvidaron los participantes del consenso cómplice de San Pedro Sula, que el gobierno por cuyo retorno claman, y al cual libraron de la declaración de separación, es el mismo que arribó al poder en 1959 por medio de la violencia.

Aun cuando la misma fuera un método legitimo en la época, fueron los  actuales gobernantes cubanos los que entonces dirigieron y protagonizaron acciones de terrorismo bajo el nombre de sabotajes, asesinatos políticos, guerra de guerrillas, secuestros y otras acciones de naturaleza violenta.

Fueron los miembros del gobierno defendido los que legitimaron los tribunales revolucionarios que,  violentando las demandas más elementales del debido proceso, llevaron al paredón a miles de cubanos, entre ellos inocentes.

Estos mismos individuos sometieron a tratos crueles, inhumanos y degradantes, durante condenas de hasta treinta años, a miles de cubanos por el simple hecho de disentir, incluso de forma no violenta en muchos casos, de las decisiones unipersonales del caudillo.

El gobierno que hoy se defiende invocando la soberanía e independencia de las naciones es el mismo que, pisoteando los derechos de los pueblos, inspiró, entrenó, armó y alimentó guerrilleros para la subversión en casi todos los rincones del mundo, en particular en países miembros de la OEA.

¿Es manifestación de la no violencia, según la concepción de los promotores del consenso cómplice de San Pedro Sula, haber estimulado, organizado y permitido que se hayan realizado actos de terrorismo como los denominados mítines de repudio contra personas que deseaban salir de su país en 1980, y de manera permanente contra disidentes no violentos en Cuba?

¿No es acaso violencia controlar la vida y milagro de todos y cada uno de los ciudadanos de una nación? ¿Condicionar su derecho a viajar a un permiso otorgado por las fuerzas represivas de ese país? ¿Otorgar estudios, los mejores trabajos, materiales constructivos y otros, garantía de derechos ciudadanos, de forma discriminatoria según criterios ideológicos y político partidistas?

¿Quieren los del consenso gestionado por Zelaya dejar el pasado y proyectarse al futuro? ¿Quieren resarcir al gobierno ofendido entonces? Correcto.

 ¿Pero cuándo pedirán al gobierno de la isla que desagravie a sus víctimas? ¿Cuándo le instarán a pedir perdón por sus sistemáticas e institucionalizadas violaciones de derechos humanos durante cincuenta años para proyectarnos en justicia hacia el futuro?

Por otro lado, la interrogante sobre quién nombró al presidente Zelaya como fiscal de la historia es algo que muchos cubanos nos preguntamos. Si se es parte, no se puede ser al mismo tiempo juez. ¿O será que su novísima concepción de la historia le permite ser dual también en esto, como demostró serlo en el concepto de democracia?

Deben saber los del consenso de San Pedro Sula que la historia seguirá su marcha determinada por cambios en cuanto a justicia,  razón y  derecho,  y más pronto que tarde alcanzarán los cubanos democracia, equidad, derechos y pleno desarrollo humano en nuestra tierra.

Por encima de las resistencias a esos cambios y de mezquinas conveniencias de populistas y demagogos, los cubanos, con OEA o sin OEA, ganaremos la pelea. 

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