Los rusos
Frank Correa
LA HABANA, Cuba, julio (www.cubanet.org) - Cuando nací ya estaban en Cuba. Se presentaban como los héroes del socialismo, banderas de paz, hijos de la potencia más grande del mundo.
Mi relación personal con ellos estuvo limitada a visitar la casa de una rusa que vendía botellas de vodka en el reparto San Justo, en Guantánamo. Allí aprendí kaddilav, jarachú. La fosforera la descubrí con ella. La grabadora, los jeans.
Pero uno podía conocerlos mejor en los estanquillos. Por la gran cantidad de literatura rusa que circulaba y era consumida por la población. La revista Sputnik y Novedades de Moscú eran las más solicitadas.
Sin embargo, siempre estuve a la expectativa. Ponían en todo demasiado interés nacionalista. Sus cosas llevaban siempre un sello de tremendismo. Poseían el rompehielos más grande del mundo, también la termonuclear más grande, el avión y el cohete mejores del universo.
Cuando aparecieron la Perestroika y la Glasnot, de repente salió a flote un asunto imposible de no asimilar. Se publicaron en la revista Sputnik varios trabajos donde revelaban que José Stalin, el sello de la propaganda comunista, era responsable de una secuencia de hechos condenables. También se conocieron los trasfondos de Brezhnev, y su foto ceñuda se volvió reprochable.
En 1989 comenzó a desmoronarse aquel poderío. Sin disparar una bala los pueblos renegaron de las “bases ideológicas” y giraron el rumbo. Hubo una explosión social que desmembró a los países del campo socialista como bajo un efecto dominó. Entró por la URSS y deshojó a las repúblicas soviéticas, dejando a Rusia sola con un territorio inmenso.
Aquella literatura destapada de repente se declaró subversiva por el gobierno de La Habana y se recogió de los estanquillos. Lo que ayer era bueno y edificante ahora era un basurero donde abundaban las moscas. En 1990 la revista Sputnik no se podía conseguir.
Hace poco encontré una en la biblioteca de un amigo. Estaba gastada por el uso. Como tenía que realizar un viaje largo me sirvió para el camino. Me llené de expectativas ante la posibilidad de reencontrarme con la década del ochenta del siglo pasado, cuando la Unión Soviética era “la potencia más grande del mundo”.
El editorial de aquel número se titulaba “Época de esperanzas y realizaciones”, conmemoraba el nacimiento el 22 de abril de 1870 de Vladimir Ilich Lenin, “el hombre cuyas ideas y realizaciones marcaron el desarrollo de la época actual”. La columna del redactor en jefe anunciaba el arribo del XXVI Congreso del PCUS el nuevo plan quinquenal.
Seguidamente, un artículo científico con fotos de la planta electro-termonuclear de Minsk, “la más grande del mundo”, y trabajos sobre las súper producciones agrícolas en Ubezkistán y el nuevo taller gigante de la fábrica Dzerzhinski, en Ucrania.
La segunda mitad de la revista estaba dedicada al libro Memorias, de Leonid, publicado por la editorial de literatura política, en 1981. También varios fragmentos de los libros Patriotismo, Pequeña tierra, Resurgimiento y Tierras vírgenes, también de Brezhnev.
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