Caso fascista

Aleaga Pesant

LA HABANA, Cuba, julio (www.cubanet.org) -  Pasaron de niños a terroristas en 72 horas. Yoan Torres y Leandro Cerezo se pudren en las cárceles cubanas.  Fueron apresados cuando intentaban secuestrar un avión para largarse de la isla.  Tenían 21 y 19 años el 3 mayo de 2007. Cometieron ese delito, más el asesinato de uno de sus compañeros del servicio militar y de uno de los secuestrados.

Mirando sus rostros adolescentes, casi infantiles a través de un audiovisual de la policía, me pregunto que transformó a esos guajiritos en monstruos. ¿Cómo pasaron de decir: Pioneros por el comunismo seremos como el Ché, a intentar tomar un avión a punta de AK para emigrar a los Estados Unidos? ¿Qué les hizo creer que secuestrando un avión llegarían a cualquier país y podrían moverse con impunidad?  El sistema de información de la dictadura y los periodistas oficiales como Lázaro Barredo, Randy Alonso o Reinaldo Taladrid, pueden sentirse responsables de la suerte y desorientación de esos muchachos.

Es grande el dolor causado a sus víctimas y parientes, pero también a sus propios familiares y a sí mismos. Sus acciones deben ser condenadas. Los medios de comunicación son incapaces de comunicar esta parte de la realidad nacional. Están en juego la moral de la dictadura y sus fuerzas armadas. 

Por suerte, las nuevas tecnologías llegan para cubrir es abismo informativo.  De esa manera circula por los bancos de video la reconstrucción policial de los hechos, denominada Caso fascista y producida por la Dirección de Criminalística del Ministerio del Interior en el año 2007.   

Con una duración de seis minutos y cuarenta y ocho segundos, la policía  da su versión de los hechos, sobre todo lo ocurrido la madrugada del 3 de mayo de 2007, cuando los jóvenes secuestraron un autobús, irrumpieron en el aeropuerto internacional de La Habana y abordaron un avión portando dos fusiles de asalto y abundante parque.

No es la intención de los realizadores del audiovisual introducirnos en el ambiente previo al secuestro, donde están las claves de la violencia posterior. Un joven muerto y otro herido, compañeros del Servicio Militar General de los adolescentes, que fueron las primeras víctimas.

En el material se mezclan las imágenes de los hechos con otras de animación por computadoras y la representación del asalto. El sonido está resuelto con una voz femenina en off, que narra la línea argumental y describe a los jóvenes militares como terroristas. También queda algo de espacio para escuchar  fragmentos de los diálogos entre el secuestrador Leandro y el negociador.

Traumático y sobrecogedor de principio a fin, la fortuna de los jóvenes queda en nuestro pensamiento, y también el trasnochado nombre de Caso fascista para calificar este hecho lamentable.