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Rufo y La Ola

Luis Cino

LA HABANA, Cuba, julio (www.cubanet.org) - La Ola, del director Dennis Ganset, resultó la más comentada película de la  Semana de cine alemán en Cuba. El filme, basado en la historia real del experimento totalitario de un profesor  universitario con sus alumnos, fue largamente aplaudido en la sala de 23 y 10. Pero lo más importante: puso a reflexionar sobre el totalitarismo.  

Desafortunadamente, sólo algunos centenares de personas pudieron ver la película durante la muestra de cine alemán. Es harto improbable que se exhiba en otros cines, y menos aún que la pasen en televisión. De todas formas, aunque no sean muchos los cubanos que hayan podido leer Los orígenes del totalitarismo, de Hannah Arendt, sabemos bastante del tema. Esa ola y sus resacas nos envolvieron desde enero de 1959. Desde entonces nos regimos, olvidados de nuestras mezquinas individualidades, por el pensamiento y la voluntad del máximo líder y el partido único.  

Léster Rodríguez, un lector de Juventud Rebelde, escribió al periódico que se resiste a creer que “todo proyecto colectivo está condenado a sucumbir al fanatismo y a la idolatría ciega a un líder”. Conmovedora la ingenuidad de Léster, que no sabemos dónde pasó los últimos 50 años. 

Léster encontró consuelo a sus cuitas colectivistas y le volvió el alma al cuerpo con el comentario (también en Juventud Rebelde) del crítico Rufo Caballero. Habitualmente atinado, pese a algún que otro desliz entre la erudición y la metatranca, en esta ocasión Rufo Caballero se armó de una lupa de los tiempos de la solidaria Stassi para detectar el veneno ideológico en la película y anotarse unos puntos con los jefes. ¡Nada de desmovilizarse¡ ¡Abajo el individualismo¡ ¡No a la Era Obama¡ ¡Sigamos al líder¡ ¡Somos felices en el rebaño¡ ¡Aprieta y dale a los pedales¡ ¡Que vivan las cadenas¡  
Da pena tantas sandeces que escribió Rufo Caballero sobre La Ola. Quizás mejoró sus acciones con los jefes, pero en realidad, en cuestiones de arte, ellos se pintan solos para segundas y hasta terceras lecturas ideológicas.  

Hace años, un funcionario del Partido Comunista en Camagüey comentaba su indignación ante la obra de un joven pintor. En su cuadro, una larga fila de hombres grises intentaba cruzar un abismo. Pocos lo lograban. La mayoría caía y se convertían en perros. “Claro, son los que ceden sus individualidades y se someten al sistema”, explicaba el airado funcionario: “Estos artistas creen que somos bobos y no entendemos sus mensajes, pero nosotros captamos perfectamente lo que quieren decir, sólo que los dejamos correr, hasta un día”.

luicino2004@yahoo.com

 

 

 
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