Los temores de Cristina
Lucas Garve, Fundación por la Libertad de Expresión
LA HABANA, Cuba, julio (www.cubanet.org) - Cristina está alarmada. Sueña con enfermedades. Ahora mismo hay una palabra que hasta buscó en la Biblia de su mamá, pero no encontró. Cristina oye hablar constantemente de la pandemia. ¡Hasta los muchachos del barrio la mencionan en el saludo de moda! “Oye, cuidado con la pandemia”. Está incluso en la letra de un reggaetón.
“Pepe es una pandemia, compadre”. Esto no significa que el tal Pepe contamine, sino que está en todas partes y su comportamiento fastidia a todos.
Pandemia significa epidemia que azota a varios países. Pero el cubano de hoy amplía y extiende los significados de las palabras a su modo y conveniencia al expresarse.
La gripe porcina, el dengue, los “andancios” (molestias provocadas por fiebres, diarreas, dolor de cabeza), virus, con todos los sobrenombres de los personajes malvados de las telenovelas, asustan y quitan el sueño a los cubanos.
Actualmente, una campaña radial incita a lavarse las manos con jabón varias veces al día. Cristina casi se arranca los pelos de la cabeza esperando que alguien le diga de dónde saca el billete convertible para comprar en las shopping el jabón que necesita para que sus tres hijos, el marido y ella se laven manos y cara varias veces al día.
También la agobia pensar en el eterno salidero de la esquina. En el bache de la calle y en el pozo en que se convierte cada dos días cuando viene el agua que se encharca y los mosquitos campean por su respeto.
También en la basura que dejan los vecinos en la esquina a pesar del letrero que la policía colocó allí: “Prohibido echar basura”, cuando ya los desechos tapan el aviso. Porque el carro sólo pasa cuando Dios quiere.
Todo lo que cuenta Cristina es poco. Con lo de la vigilancia a las ventas ya no hace tamales, y lo de la gaseosa se ha parado porque la gente que se la traía no la produce por tres razones: miedo, miedo y miedo. Y el sueldo del marido no alcanza para nada.
Por otro lado, las vacaciones de los niños están a la vuelta, y no sabe lo que hará con los tres muchachos metidos en la casa el día entero, comiendo y ensuciándose las manos cuando juegan a las bolas en la calle.
¿Cuántas veces hay que lavarse las manos al día? Cristina pregunta con insistencia.
-¡Imagínate, mientras te dure el jabón! -le respondí.
La dejé con la mirada perdida en el infinito imaginario, como quien busca una salida en un horizonte desconocido.
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