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19 de febrero de 2009

 

OPINIÓN DE LOS LECTORES
 

Una carta como una rosa extendida 

Miguel Saludes 

MIAMI, Florida, febrero, (www.cubanet.org) -A finales del verano de 1994 circuló en Cuba, de mano en mano, la copia de una carta escrita por un sacerdote católico cubano, cuyo destinatario era Fidel Castro. Publicada en la prensa y emisoras extranjeras, aquella histórica misiva cayó como una gota esperanzadora en las calenturientas y oscuras noches de los peores momentos del llamado Período Especial. Las cosas no pasaron de la buena intención del documento. El sacerdote salió hacia España, dicen que a concluir estudios, y no pudo regresar a su tierra hasta pasado un tiempo prudencial.  

Nuevamente ese pastor acude a lo que más puede hacer para llevar su voz ante los círculos del poder. José Conrado, actualmente párroco de la iglesia de Santa Teresita del Niño Jesús en Santiago de Cuba, asume la misión profética ante los encargados del gobierno en Cuba, siguiendo la misma senda de los iluminados del Viejo Testamento. El presbítero apela al sentimiento humano que logra atisbar en la persona de Raúl Castro, así como a la responsabilidad que le atañe como gobernante y ciudadano, para pedirle que saque al país de los problemas que le aquejan.  

No se va por las ramas José Conrado para describir la situación La califica certeramente de grave. Y no es exagerada su apreciación. Crisis económica, angustia social, inseguridad de una población que vive entre la indefensión y la doble moral que destruye sus valores. A esto añade la apatía y una amoralidad paralizante. Fuerte la descripción pero nada alejada de la realidad. El abandono del país, un deseo generalizado y visto como solución al problema, principalmente entre los jóvenes, es un signo poco prometedor para el futuro de la nación.  

No se desgasta el padre Conrado en buscar culpables externos. No basta con achacar los tropiezos y errores al enemigo de siempre, como mismo se hizo con los “amigos” ya desparecidos, afirma. Es tiempo de echar a un lado embargos que no funcionan y situaciones coyunturales foráneas usadas para justificar lo injustificable. El nudo de esta madeja hay que comenzar a desenredarlo en la propia casa. Aclara el párroco santiaguero que no es una lista de quejas y agravios lo que él quiere presentar. De hacerlo, afirma, el inventario de los perjuicios sufridos por el pueblo pudiera extremadamente largo. 

Cuando José Conrado hace referencia en su escrito al actual presidente de Estados Unidos, no es para poner parte del peso de su petición en las manos del mandatario estadounidense. Simplemente lo incluye para subrayar el hecho de que el mundo está cambiando. La actitud de esa parte del pueblo cubano que radica en la diáspora es otro signo de esperanza destacado por el autor de la carta. Presenta al exilio con una faz renovada y no con la máscara con la que se le sigue satanizando desde la Isla. Pide que las puertas abiertas dejen suficiente espacio no solo para las obras de la Iglesia, CARITAS y otras entidades, sino también para esos que son hijos legítimos de la misma Patria.  

“Tenemos que tener la enorme valentía de reconocer que en nuestra patria hay una violación constante y no justificable de los Derechos Humanos, que se expresa en la existencia de decenas de presos de conciencia y en el maltrecho ejercicio de las más elementales libertades: de expresión, información, prensa y opinión, y serias limitaciones a la libertad religiosa y política. El no reconocer estas realidades, para nada favorece nuestra vida nacional, y nos hace perder el respeto por nosotros mismos, a nuestros ojos y a los ojos de los demás, amigos o enemigos.” No puedo menos de citar este párrafo de manera completa. Contrasta esta actitud cívica con otras que minimizan esa verdad, no la mencionan y hasta la niegan.  

Merece una felicitación este llamado de conciencia dirigido al epicentro del problema que estremece a los cubanos. No fija las miras en un presidente extranjero, por más buena voluntad que este pueda tener o nos merezca las mayores simpatías. En esta carta no hay llamados para que se abra aún más la compuerta por la que se desangra Cuba. No pone su atención en Guantánamo, ni en intercambios académicos, culturales o deportivos entre la Isla y su vecino del norte como contribución al cambio ambiental de la política entre los dos países.
 
Sin desestimar las opiniones al respecto, coincido con la visión de José Conrado. Considerar la salida de más cubanos, sin siquiera hablar de la entrada libre de los que están afuera, es el punto que resolverá la actual situación. El regreso del territorio de la base naval al amparo de la soberanía nacional no determinará el restablecimiento de la democracia y las libertades civiles. Mucho menos el alivio a la problemática socio económica que nos aqueja. La diplomacia más constructiva será en estos momentos aquella en la que los propios cubanos con diferentes puntos de opinión, puedan intercambiar criterios y exponer sus ideas en la propia patria. Con respeto y capacidad de escucha, sean opositores, simpatizantes del sistema vigente o exiliados  por cualquier motivo. Creadores, profesores o competidores cubanos, no importa la latitud del planeta donde residan. Incluso los que en su propia tierra siguen marginados por no contar con la venia oficial. Esto es lo que hay que cambiar primero.  

El ofrecimiento de la mano extendida y el corazón abierto del padre José Conrado hacia Raúl Castro es la mejor imagen de cómo cultivar rosas blancas y amar desde la Cruz. Este tipo de acciones, prepara el camino para que muchos corazones y manos opten por la misma disposición. El mío incluido; un paso difícil, pero no imposible.  

 

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