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27 de enero de 2009

 

OPINIÓN DE LOS LECTORES
 

OBSTÁCULO ÉTICO 

Miguel Cabrera Peña 

SANTIAGO DE CHILE, Chile, enero, (www.cubanet.org) -Alejandro Foxley, el canciller chileno, viene confundiendo desde hace cierto tiempo dos términos muy dispares: ideología y dictadura. El primero abarca la casi siempre anchurosa gama de ideas que puede caracterizar determinado pensamiento, ámbito muy sujeto a debate.   


El segundo término es cosa distinta y no muy tomado en cuenta por la academia, donde suele prevalecer la definición de régimen autoritario. Pero para ir por lo más común digamos, junto con el diccionario, que dictadura es la imposición de la autoridad de un gobierno a través de la violación de la legislación anteriormente vigente. Es ”la dignidad y el cargo del dictador”, y “el tiempo que dura”.  

Apenas alboreado 2009, el reconocido intelectual demócrata cristiano y ex ministro de hacienda de Patricio Aylwin, afirmaba que “hay que interponer la integración de los países latinoamericanos antes de fijarse en temas ideológicos”. Foxley, abordaba el tema de la controvertida visita de Michelle Bachelet a Cuba, programada del 11 al 13 de febrero próximo. 

¿Confundió Foxley el tema dictadura cubana con un asunto ideológico, con un intercambio de pareceres? ¿Escamoteó la violación de los derechos humanos y la falta de libertades en Cuba frente a una vaguedad como “fijarse en temas ideológicos”?  


¿Estaría Foxley intentado confundir a quienes con muchas razones –sobre todo éticas– han criticado en el país austral la visita a la Isla de Bachelet, quien sin duda es un emblema en la defensa de los derechos humanos? Como equivocarse es uno de los sucesos más comunes, bien valía olvidarse de las desafortunadas declaraciones del ministro, que hallaron émulos en Camilo Escalona, presidente del Partido Socialista chileno e incluso en el popular periodista Alejandro Guillier.   
 
Situación incómoda        

A quienes en Chile les interesa el tema cubano, saben perfectamente que el único partido que en realidad se preocupa por el pueblo isleño –me refiero a once millones de personas y no al poder– es el demócrata cristiano (DC). Fue esta organización, y en particular el diputado Patricio Walker, la que generó la primera moción de 2009, en la Cámara, donde se pidió liberar a los presos de conciencia e iniciar una transición democrática que permita elecciones libres en la Isla. El resultado fue de 57 votos a favor, 17 en contra y 4 abstenciones.  

Esperanzados en que la pifia de Foxley de esconder el dilema isleño dentro de una trama ideológica no se repetiría, más de un observador se ha fijado en la extraña, incómoda posición de este demócrata cristiano en el gabinete de Bachelet. Recuérdese que los diputados DC se negaron a viajar a Cuba si ellos no se podían reunir con la oposición, ilegalizada y reprimida desde siempre por La Habana. A los congresistas DC se unieron sus pares de la Unión Democrática Independiente.  

Si estamos de acuerdo en que la opresión que sufre el pueblo isleño bajo los hermanos Castro es, en primer lugar, un tema ético, resulta realmente difícil entender que Foxley reitere que viajará a Cuba en contra del Consejo Nacional de la DC, el cual adoptó una decisión exactamente contraria. Se evidencia aquí una contradicción de posicionamiento y una incoherencia en relación con los derechos humanos.  
 
Veamos las razones del titular chileno: "Por supuesto que voy a ir, yo soy ministro de Relaciones Exteriores del Gobierno de Chile que encabeza la Presidenta Bachelet y estamos implementando una política exterior en la cual nosotros buscamos contribuir a una integración de todos los países de la región, no queremos discriminar a nadie porque en Chile hemos aprendido a no discriminar a nadie", enfatizó Foxley.  

Esto es otro subterfugio. Las condiciones de hoy, ciertamente distintas, no exigen la discriminación de que habla Foxley ni aislamiento como el que sufrió el régimen de Augusto Pinochet, que por cierto aplaudieron unánimemente los actuales inquilinos de La Moneda. Fue un acto de solidaridad internacional.  

Lo que exige hoy el honor y la trayectoria de Bachelet es que la mandataria plantee firmemente a La Habana que se permita –a ella o a miembros de su delegación– una reunión con la oposición, y haga pública su contrariedad por la situación de los derechos humanos en la Isla. Este es el compromiso solidario de hoy con la patria de José Martí. La actuación política no puede ni debe escudarse en el desfile de mandatarios que no han cumplido –y no van a cumplir– estas obligaciones morales.  

Otro tema que gana espacio en los medios chilenos es el deber de Bachelet de exigir que La Habana aclare qué sucedió con los izquierdistas involucrados en el asesinato del senador de derecha Jaime Guzmán, en 1991, que protagonizaron una espectacular fuga de una cárcel de mayor seguridad y fueron a dar a Cuba. Se dice que el ex yerno de Raúl Castro, Juan Gutiérrez Fischman, alias “Chele”, involucrado también en el asesinato, se encuentra en Cuba. Se asegura asimismo que “Chele” tiene un hijo con Mariela Castro. Pero este sería argumento para un nuevo comentario.  

Otra recaída 

Cuando se esperaba que Foxley no volvería a reiterar el subterfugio de la ideología, cayó otra vez en el error, pero con otras dimensiones. El canciller manifestó el “apoyo de su gobierno al ingreso de Cuba a la Organización de Estados Americanos, OEA, y enfatizó que "las relaciones exteriores, en el siglo XXI, no se definen en base a ideologías". 

Aquí habría que plantear que los estatutos de la OEA, si se respetan, impiden que Cuba ingrese en la entidad, pues la Isla no cumple con los requisitos democráticos imprescindibles, entre otros. Lo que se propone aquí es una transgresión de los fundamentos de la OEA.   

Sin duda que las declaraciones de Foxley van a la vanguardia del esfuerzo de un grupo de líderes latinoamericanos que lograron convencer a virtualmente toda la región de la necesidad de legitimar al régimen cubano. El obstáculo ético es que este régimen cuenta ya 50 años de dictadura.

 

REVISTA CUBANET
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