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5 de enero de 2009

 

OPINIÓN DE LOS LECTORES
 

El vecino del 12

Adrián Leiva

MIAMI, Florida, enero, (www.cubanet.org) -Mayoral, es como todos llaman al vecino del apartamento 12 del edificio “Rosa”. Nadie sabía exactamente de donde había venido, ni su origen, solo que había nacido en un campo de Cuba hacía muchas lunas. Así solía decir cuándo alguien le preguntaba por su procedencia. 

Una vez Mayoral estuvo muy enfermo, y los vecinos lo atendieron, como es costumbre en Cuba, pero la vieja Antonia le preguntó si deseaba que le avisaran a algún familiar. El silencio fue la respuesta, su mirada se perdió en el tiempo, como quien busca algo que ya no existe, y contestó: mi familia son ustedes.  

Desde finales del año 1980, residía en ese apartamento. Los dueños anteriores emigraron por el puerto del Mariel durante la crisis que se destapó ese año; luego de los sucesos en la embajada del Perú en La Habana.

Mayoral había llegado un buen día al apartamento 12, pero tardó mucho en relacionarse con sus vecinos. Se mostraba triste, distraído, casi siempre con un libro bajo el brazo. En las mañanas, durante el viaje en ómnibus para su trabajo, leía ensimismado; dejando muy poco margen para relacionarse con la gente que lo rodeaba. 

A los vecinos les extrañaba que casi nunca recibiera visitas y las pocas que recibía eran de compañeros de trabajo o estudio, pero nunca vieron a una mujer sola entrar en su apartamento. No obstante, su aspecto y comportamiento indicaban su heterosexualidad, algo que se confirmó una noche cuando una vecina lo vio paseando tomado de la mano con una mujer por la populosa Rampa del Vedado habanero.  

Mayoral era una persona discreta y ordenada; a pesar de vivir solo, su casa se mantenía limpia y recogida, algo que llamaba la atención a las mujeres del barrio, sobre todo a las divorciadas, que comenzaron a fijarse en este solitario vecino, siempre  afeitado, correctamente vestido y con un discreto olor a suave colonia masculina que dejaba en los pasillos del edificio al salir para su trabajo cada mañana.

El tiempo había transcurrido y Mayoral, que llegara treintañero al edificio, comenzaba a envejecer. Había hecho amistad con varios vecinos, sobre todo con El Ñato, amante de la lectura y la música popular, fiel oyente de Radio Enciclopedia Popular, gusto que ambos compartían, además de su afición al béisbol, que fue realmente lo que motivó el acercamiento entre ambos. 

Laura, la esposa del barbero estaba ingresada y era necesaria una transfusión de sangre. Había perdido mucha sangre por las heridas de un accidente automovilístico y las operaciones que tuvieron de realizarse para salvarle la vida. Mayoral era del mismo grupo sanguíneo y, al enterarse, se brindó para donar su sangre. Ese gesto le ganó el cariño del vecindario y ayudó a que mejorara su comunicación con todos, con lo cual comenzó un gradual cambio en su actitud. 

Corría la primera década del siglo XXI y Mayoral rondaba los cincuenta y cinco años.  Un sábado por la noche El Ñato lo invitó a su apartamento para darse unos tragos de Havana Club y presentarle al hijo del antiguo dueño del apartamento 12; el mismo que se había ido por el Mariel en el año ochenta, que se encontraba de visita en Cuba junto a su esposa.

Cuando Mayoral vio a la joven esposa del visitante, se quedó unos instantes mirándola, casi sin poder hablar, hasta que con voz entrecortada le preguntó si se llamaba, Ofelia, si había nacido en Ciego de Ávila, en el año 79 y si su madre se llamaba Natividad. La respuesta afirmativa de la joven no se hizo esperar. Mayoral permaneció callado por unos largos segundos y después le dijo: yo soy tú padre y nunca te abandoné. Luego la abrazó, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas.  Había encontrado a su hija después de casi veinte cinco años.

Natividad había cruzado el estrecho de la Florida en una rustica embarcación, llevándose clandestinamente a la niña, sin el consentimiento de Mayoral, mientras él se encontraba pasando un curso en Alemania. Cuando la niña creció, la madre le hizo creer que su padre había muerto en África luchando por el comunismo en ese continente. 

Durante años sólo supo de su hija a través de un familiar de Natividad, que le mostró alguna que otra vez fotos de su hija, enviadas por otro familiar, por eso pudo reconocerla cuando la vio.
 
Mayoral y Ofelia, han comenzado a recuperar la relación padre-hija y, con la hija, el ha recobrado también la alegría. Mayoral no ha viajado a los Estados Unidos, a ver a su hija por no haber conseguido la visa; no obstante, ella lo visita frecuentemente en La Habana.

El dice que ya puede morir tranquilo, pero quiere hacerlo en su tierra. 

 

REVISTA CUBANET
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