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La tractorista y el soldado ruso

Luis Cino

LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - El cuento “El cosaco y la cubana”, del narrador y poeta holguinero Manuel García Verdecia, está tan cinematográficamente bien escrito que a veces no estoy seguro si lo leí o lo vi proyectado en la pantalla. Con Lisanka, la película de Daniel Díaz Torres que representó a Cuba en la recién concluida edición número 31 del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, es poco probable que me pase lo mismo. Lo digo por lo inverosímil de su trama: un soldado ruso, celador de los misiles nucleares “en un lugar de Cuba”, compitiendo por el amor de una tractorista cubana en plena Crisis de Octubre de 1962. Francamente, prefiero el romance de la criolla y el general soviético de las estepas del Don que escribió (¿filmó?) García Verdecia. 

Excepto para Kennedy y sus despistados asesores, la presencia de los cohetes atómicos en Cuba, semanas antes de que se desatara la crisis, era un secreto a voces. Pero de ahí a la confraternización de los cubanos con los militares soviéticos iba un largo trecho. Aún faltaba un poco para que conociéramos de cerca a los guerreros del Soviet y su espantosa peste a grajo. Pueden preguntar a las  abuelas de algunas jineteras que trabaron comercio sexual con ellos.

Cuando arreciaron las carencias, en algunas zonas  empezaron a cambiarles alcohol de todo tipo a “los bolos” por botas, camisas de nylon y las inefables y hoy añoradas latas de carne. Cuando estaban borrachos, los ruskis shelaviekas lloraban que daba gusto porque no soportaban el calor, los mosquitos y sus superiores los abofeteaban, rutinariamente y con entusiasmo, por cualquier motivo.  

En Cuba, en 1962, tampoco abundaban las muchachas campesinas con nombre ruso que manejaran tractores y desafiaran a gritos a los U-2 americanos. Díaz Torres tuvo la suerte de descubrir a la actriz Mirielys Cejas para que le salvara el personaje. Pero en lo personal, si hablamos de actuaciones y actrices, me quedo con Blanca Rosa Blanco. 
¡Vaya ocurrencia de Díaz Torres esta de hacer reír con una historia ubicada en los días que más cerca estuvimos de ser borrados de la faz de la tierra y hacer realidad las más caras fantasías de uno que yo sé! 

Daniel Díaz Torres, más que interesarse por reflejar la época al gusto exacto de los comisarios, parece empeñado en el desmontaje de los mitos. El destape de los episodios menos gloriosos que con toda intención olvida la historia oficial. En definitiva, es bueno verificar qué hay enterrado al pie de las estatuas. 

En su anterior película, Díaz Torres descubre la tortuosa historia de una heroína de la guerra de independencia que chivatea por celos a su amante mambí. Ahora tocó el turno a la tractorista y sus enamorados. Sí, hombre, porque durante la crisis de los misiles, aunque parezca increíble a ciertos cretinos que aún nos aconsejan resistir, los cubanos deseaban muchas cosas más antes que convertirse en cenizas radioactivas por la revolución de Fidel Castro.    

De cualquier modo, la película, como sátira de la crisis de octubre, no está mal. Ya tuvimos demasiado esperpento vestido de solemnidad. Ahora tenemos derecho, qué duda cabe, a reírnos siquiera un poco. Lisanka nos da la oportunidad.

 

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