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Buenas intenciones

Osmiel Carmona

LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubane.org) - Las buenas intenciones del régimen han convertido a Cuba en un país peculiar.  Con tanto ruido y tan pocas nueces, las buenas intenciones revolucionarias dejan mucho que desear.  

Para el régimen, el acto de concretar las buenas intenciones siempre encuentra piedras en el camino. A los eternos culpables de las cincuentenarias calamidades, los imperialistas yanquis y su bloqueo, ahora se suman también los huracanes y la crisis económica mundial. Bien conocida es la destreza del gobierno cubano para delegar culpas y diluir desaciertos. 

Década tras década, con el pretexto de solventar las continuas crisis, el Estado incorporó  diversas reformas de poca monta que, por la carga elitista que las lastra, desestabilizan el equilibrio de la sociedad, al tiempo que convierten a Cuba en un país particularmente inconcebible. 

Salvo Corea del Norte, Cuba es la única nación que preserva el poder como un legado de familia y sin tiempo límite de permanencia. Ni siquiera los gobiernos de China y Vietnam son tan absolutos. 

El sistema de la doble moneda es exclusivo del ingenio castrista. Consiste en pagar los salarios en una moneda y vender los productos de mayor demanda en otra moneda valorada 25 unidades por debajo de la primera. 

Por más de tres lustros, desde el inicio del “período especial”, funcionaron agresivas restricciones a los ciudadanos. Las limitaciones incluían la negativa a acceder a las instalaciones hoteleras, rentar autos y poseer telefonía celular. Aunque el actual mandatario derogó estas prohibiciones, todavía persisten sutilmente, pues los salarios que paga el Estado son incompatibles con los precios de esos servicios. 

En los años 60 y 70, los que llevaban melena o tatuajes y escuchaban rock, eran reprimidos por las autoridades. Hoy, ante la avalancha foránea y sus influencias, esos detalles son agua pasada. No obstante, prosigue la censura a Internet y la cacería de las antenas satelitales. Es la nueva forma de combatir el diversionismo ideológico. 

La última de las impopulares regulaciones emergió hace unos meses. Fue anunciada por Raúl Castro en el acto conmemorativo del 26 de julio. Esta vez, y para “proteger la economía”, hicieron diana en los subsidios. Según comentó el líder, el Estado no está en condiciones de regalar nada. Casualmente, la mayoría de los afectados son pensionados de la tercera edad, con una larga hoja de servicios al régimen y que de pronto han perdido el amparo gubernamental. 

Las páginas de la historia no albergan intenciones, sino hechos concisos y palpables. Si se habla de buenas intenciones, es obvio que los gobernantes cubanos olvidaron que de ellas está empedrado el camino hacia el infierno.

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