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El siguiente testimonio fue obtenido en La Habana recientemente por un viajero curioso y apercibido, a quien pareciéndole de extraordinario valor las declaraciones y juicios de quien había regresado a Cuba después de una corta estadía en Miami, decidió grabar sus palabras y transcribir luego las mismas antes de enviármelas por correo electrónico con el propósito de compartirlas, y la encomienda de hacerlas públicas. He sometido el texto a una mínima labor de limpieza de manera que no haya lugar a equívocos o malentendidos al leer un texto originado a partir de una grabación. Los corchetes indican mis añadidos cuando los he creído estrictamente necesarios. Por lo demás, se respetan el estilo, la sintaxis y el vocabulario empleados por el testimoniante habanero.

Rolando D. H. Morelli, Ph. D.

 

«Lo que vi(ví) en Miami durante mi visita»

(Testimonio desde Cuba de uno que no salió para quedarse):

Rolando D. H. Morelli, Ph. D.

 

FILADELFIA, Pensilvania, diciembre, www.cubanet.org -No daré mi nombre, y todo el mundo entenderá porqué. Acabo como aquel que dice de regresar [a Cuba] después de pasarme en Miami tres meses. Ya tengo setenta y cinco años cumplidos, aunque todavía estoy fuerte. Ahí mismo en Miami fue que los cumplí, unos días después de llegar. Nunca antes había salido de mi país. Tuve [al fin] esa suerte, pero no fue a darme un paseo ni nada como muchos, sino que tuvimos que ir [a Miami] porque se presentó este problema [de salud] con una de mis nietas, la más chiquita. Aquí, primero la mandaban de un lado para el otro, y así, hasta que le dijeron que no podían dar con lo que era. La muchachita se fue empeorando hasta que la desahuciaron los médicos de aquí. Entonces fue cuando su madre, que ya andaba como loca, se las arregló para llevarla afuera con el permiso ése que había que tener. No sé cómo se las arregló para conseguirlo, pero el caso es que lo logró. A mi hijo, que es el padre de la niña, no lo dejaban acompañarlas en el viaje, y entonces se pensó que yo, que ya estoy mayor pudiera ir con ellas. Dos de mis hermanos que viven afuera hace un montón de años corrieron con las gestiones allá, nos mandaron los pasajes y el dinero que hacía falta para pagar aquí cuanto papel se les ocurriera a esta gente, y todo lo demás que hacía falta para hacer el viaje a ésa. A la verdad que no sé bien cómo fue que a mí me dieron el permiso los americanos, porque bien podían pensar que era uno más de esos viejos que van para quedarse, o a quedarse por un tiempo para conseguirse un retirito y después, con el dinero que cogen ir y venir y hasta quedarse aquí para morirse, o pedir que los entierren de este lado cuando les llegue la hora. [Los trámites d]el viaje se agiliz[aron] bastante, y aunque el estado de salud de mi nietecita parecía ir de mal en peor, lo cierto es que a última hora todo se anduvo bastante rápido. Salimos de aquí y ya nos estaban esperando allá con los brazos abiertos, mis dos hermanos y todo el familión que es [numeroso, a] la verdad. A la niña la vieron enseguidita en el Jackson, que es lo más grande que hay en hospital. ¡Vaya, lo más grande del mundo! ¡Qué clase de hospital es ése! ¡Y qué clase de atención! Al otro día mismo [de llegar] la vieron. La atendieron de (sic) gratis, que ya eso estaba arreglado, y la dejaron allí ingresada. Toda la familia anduvo movilizada el tiempo que duró aquello. Hubo que operarla de un tumorcito que tenía en la cabeza, y que por suerte no era dañino de esos: cáncer ni nada, gracias a Dios. La operaron y… ahí anda ella que ni se acuerda como quien dice.

El viaje [en avión] no duró nada. Un pestañazo. Cuando anunciaron que en muy poco tiempo estaríamos en Miami, a la verdad es que no sabía bien qué pensar de aquello. Figúrate tú que aquí, todas las cosas que se dicen, y las que repite esta gente no dejan de ponerlo a uno a pensar que si patatín que si patatán. No importa que todas sean mentiras de esta gente. Uno no se las cree, pero aún así, la duda, ¿no?

Ya te digo, desde que salimos de aquí hasta que llegamos allá, todo muy rápido que parece hasta mentira, ¿no? ¡Tan cerca! ¡Y tan lejos! Todo a pedir de boca. Mejor, no podía ser. Y la familia, imagínate. Mis dos hermanos [a los] que no había vuelto a ver en treinta años, y un montón de sobrinos y parientes a los que no conocía ni por retratos. ¡La locura! Todo el mundo contentísimo. Visitas van y visitas vienen. Todo el tiempo la casa llena, y la gente que viene y va a saludar y a conocerte. Invitaciones a comer, y regalos de todas clases. Pero al otro día a trabajar, porque eso sí, allí sí que se trabaja, no como aquí que se dice que se trabaja y eso. [Allí] se trabaja y se goza de lo que se trabaja, porque la gente hasta se mata trabajando porque tiene la ilusión de que si trabaja no le falta nada de lo que quiere.

La ciudad de Miami es más grande de lo que yo pensaba. Y Miami Beach es otro pueblo. Condado, les dicen allí. Una clase de vida nocturna que ya quisiera yo haber sido joven o tener veinte años menos, pero con todo y todo lo pude apreciar. Y las carreteras que ni se diga. Y los aeropuertos. Pero sí, lo que también me llamó mucho la atención es la actitud de los cubanos allá, de muchos cubanos de los que van llegando o hace poco que llegaron. Porque lo que es aquí se entiende que la gente no tenga muchas ganas de hacer nada. ¡Y mira tú que tampoco todo el mundo se cruza de brazos a ver llover, aunque no llueva casi nunca!

Acabaditos de llegar al aeropuerto, donde nos estaban esperando, enseguida vino uno que era amigo de uno de los sobrinos míos —sobrino-nieto— y lo primero que me dijo a mí y a mi nuera, la madre de la niña, fue que nosotros «no sabíamos en [sic] donde nos habíamos ido a meter». ¿Tú sabes lo que es nada más llegar y oír eso? Y después que «si él pudiera volvía a Cuba y no regresaba más nunca a Miami». Porque [lo] que el hombre pensaba [era] que nosotros íbamos con la intención de quedarnos, ¿no?  Y ahí empezó con la letanía del que si había que trabajar mucho, demasiado; que si no pagabas el alquiler te botaban del apartamento o de la casa; que si no pagabas las letras del carro te lo quitaban, y así con todo.  Al principio, nadie decía nada, a lo mejor por pena, o para no abochornarlo, pero al fin uno de mis dos hermanos, que no voy a decir el nombre, le salió al paso. Hasta discutieron algo. Eso fue ya en la casa, porque el hombre es considerado de la familia, y… No es que el tipo sea mala persona ni nada. Creció en esto de aquí. Ningún trabajo le acomoda, porque no sabe hacer de nada, ni nada le gusta, y lo que menos le gusta es trabajar. Lo que quisiera, dice él, es sacarse la lotería y hacerse millonario. Ha probado suerte como peleador de perros —escondido, vaya— y como apostador. Lo mismo le apuesta a las carreras de perros que a las de caballo, según dijo. Dice mi sobrino que sí le gusta trabajar, pero que no tiene preparación, y por eso es que no encuentra nada que le guste. Lleva allá más de tres años y no ha aprendido ni una palabra de inglés. Se ha echado una mujercita que es la que lo lleva y lo trae, y se entiende con la gente en todo. Bonita la americanita. Bueno, ésa es nieta de cubanos, pero nació y creció allá y habla bien el inglés y el español. Y es prácticamente quien lo mantiene.

Otro al que conocí, es un médico que no quiere saber nada de la carrera porque dice que no quiere volver a estudiar, pero se ha conseguido un puesto de enfermero que le paga muy bien, y dice que a lo mejor más adelante estudia laboratorio o farmacia o alguna cosa de ésas que pagan bien, y no hay que matarse estudiando. La mujer es médico también, y ésa sí que se ha fajado y hasta pasó ya las pruebas que tienen que pasar los médicos por el estado para que les reconozcan los estudios. Ésa se ve enseguida que sí es una doctora de verdad. Para que te hagas una idea completa, él [es] blanco, y ella [es] de color, y tienen poco más o menos la misma edad. Él ya estuvo casado antes, y tiene aquí [en Cuba] dos hijos de ese matrimonio. Ella es natural de Camagüey, y él es de Cienfuegos. Con el sueldo de ella, me imagino yo, ya compraron su casa y todo cuento. Allá la cosa es que si no tienes el dinero en efectivo pues le pides al banco un préstamo y lo vas amortiguando (sic), ¿no?. Todos los meses pagas algo. Y como no quieres perder la casa tienes que luchar para pagar la deuda, o si no el banco termina quedándose con la casa. Si pagas te quedas tú al final con lo tuyo, y si no, pues es lo mismo que si hubieras pagado un alquiler por vivir en la casa. Muchos de los que llegan no entienden esa matemática, y quieren que les den la casa por su cara linda. Lo peor es que dicen que aquí no tienen que pagar nada. Chico, pero si aquí no tienen ni donde caerse muerto, qué cosa van a tener que pagar. Y sin embargo, tú sí sabes bien que aquí se cobra hasta el aire [que uno respira]. Lo que pasa es que como somos peor que si fuéramos esclavos no tenemos ni dinero de verdad para pagarlo. Aquí se paga todo con la miseria en la que se vive y con la resignación a la que uno está condenado de por vida.

¿Qué futuro? ¡Papá Fidel y mamá Revolución! Papá y mamá gobierno te lo dirigen todo, hasta los gustos que puedes tener, para no hablar de los disgustos, que son los más. Eso es lo que pasa, los que se van ahora —muchos de ellos— no saben ni porqué se van de aquí. Se van huyendo, pero no saben qué hacerse cuando llegan allá, y hasta les echan menos al cuero de aquí. Les parece mejor no tener nada, ni esperanza de nada, que tener que fajarse allá a brazo partido por alcanzar alguna cosa con su esfuerzo personal. Porque si tú te fijas bien, ellos no saben bien ni lo que quieren.

Con una tía de la niña, [mi nieta], [que es] hermana de la madre, un día yo mismo tuve un buen encontronazo, y eso que yo no soy de hablar de política ni nada de eso, porque se pasó de rosca, diciendo que si la salud en Cuba, que si era mejor, que si cualquiera tenía atención médica gratuita, y veinte cosas más como ésas. Y como yo le dije que mirara bien el caso de su sobrinita, y todo eso, pues me salió con que eso lo pagaban los que como ella trabajaban y pagaban taxes (sic). Ven acá, chica —le contesté— ¿y en Cuba no lo pagamos también con nuestro sudor y con nuestra sangre? ¿Y qué clase de atención médica es la que hay a la disposición del pueblo? ¿Es acaso la misma que tienen los que mandan o los extranjeros que pueden pagársela, o todo el que traen de afuera por orden de quien-tú-sabes? Se atrevió hasta a decirme que nosotros también éramos extranjeros [allá] y habíamos ido a Miami a que nos atendieran. ¡Pero si no era ni eso lo que se discutía! Eso es lo otro, que tú le[s] hablas de una cosa, y ellos te salen con otra que no tiene ni pie ni cabeza, pero que parece que sí. Y eso ¿de quién lo aprendieron?, dime tú… Por poco, y según ella hasta teníamos que darle gracias a éste [señor] de aquí y [a] todos los descarados que lo rodean por permitir que nos dieran la autorización para ir hasta Miami a que la niña se curara. Y así es como piensan muchos. Y no les preguntes que porqué se fueron de aquí, o porqué no regresan.  «No. Yo a Cuba no tengo que ir a buscar nada», te dicen, o si no: «Deja que reúna el dinero que cuesta el pasaje para que tú veas si no me voy en una lanchita rápida pa’ tras. ¡Esto no hay quien lo aguante!». A uno le oí decir que todos los cubanos de Miami eran «batistianos» y que por eso eran tan malos y tan abusadores. Otro decía «la mafia», como dice esta gente. Imagínate que esos mismos vinieran aquí a protestar o a decir lo primero que le[s] viniera a la cabeza, ¿qué piensas tú que le[s] iba a pasar…?

No, sí. Claro que también los hay que no se quejan, o si se quejan no es para decir que antes estaban mejor, que aquí vivían como reyes, y todas esas pamplinas. Lo que pasa es que la juventud de aquí está perdida. Y el que llega allá no siempre se encuentra, sino que hasta se pierde más. Esto de aquí la ha trastornado sin remedio. Es que son muchos años, viejo. Toda la vida para algunos, y ¿qué van a hacer con sus vidas los pobres diablos, cuando tienen que empezar de cero sin saber por dónde empezar? Además de que aquello no es su tierra tampoco. No tienen tierra ni allá ni aquí. Pero como esto es todo lo que conocen, se les olvida lo que pudieron pasar aquí, y hasta se inventan un pasado glorioso. Las cosas de la mente son así. A veces, la gente se engaña con facilidad porque no se quiere enfrentar a las cosas nuevas. Le tiene miedo a lo nuevo. Y lo más fácil en ese caso, es engañarse. «Porque yo en Cuba sí que tenía de todo», dicen. «A mí, Fidel no me hizo nunca nada. Ni la Revolución. Yo vine aquí porque estaba loco». A lo mejor es verdad eso de que estaba loco para lanzarse así como así a una aventura sin brújula ni dirección ninguna.

En Miami se oyen las cosas más absurdas del mundo, en boca de algunos de los cubanos que llegan o han llegado no hace mucho. Y también de algunos que llevan años. Uno [al] que lo sorprendieron con un negocio de compra y venta de cocaína y ve tú a saber qué más en la parte de atrás de una cafetería que un primo le había puesto en las manos para que se la administrara, —para hacerle un favor, antes de dejársela por poco dinero— y se había echado tres años en la cárcel y ya había salido porque según dicen chivateó hasta a Mazantín el torero con tal de que le rebajaran la condena, cuenta que en Cuba vivía mejor porque hasta conoció a un tal Vesco , que dicen allá que es un americano prófugo y un bandolero de siete suelas que aquí encontró protección de quien podía dársela, y era su socio. Socio de éste de aquí, y también del otro, aunque a lo mejor ésas eran mentiras de él. Pero lo que sí parece ser [es] que éste individuo iba y venía de aquí para allá con autorización, en lanchas rápidas, o en su propio yate, o por terceros países, hasta que lo cogieron [las autoridades americanas] y por eso estuvo preso [allá] la primera vez, pero luego lo soltaron y se puso en contacto con el primo, que quería retirarse y vender un negocito que tenía, y ese primo lo ayudó, y entonces pasó lo que pasó. Pues ahí andaba el tipo como si nada. Un día en un restaurante muy conocido que hay en la Calle Ocho, que se llama “El Versalles” se armó tremenda discusión entre éste y otro hombre que estaba tomándose un café allí. Porque ahí dicen que manda éste de aquí a su gente para provocar reyertas con los cubanos que llevan muchos años allá, y saben bien lo que hay [detrás de todo esto]. Después vienen los periodistas, y dejan mal parados a los que se defienden de la provocación.

No te diré como dice otro de mis hermanos que asegura que Miami está perdido, pero sí te diré que está lleno de gente de aquí que vive allá de parásitos, lo mismo que vivían aquí, y de gente de esta gente que los mandan para allá hasta con dinero para poner negocios y meterse en cuanta cosa [turbia] hay, y comprar periodistas, y hasta dicen que a algunos políticos corruptos. A mí nada de esto me consta, porque yo ni siquiera entiendo el inglés, pero la verdad es que nada más hay que oír algunas emisoras de Miami, que parecen más de aquí que de allá. Pura propaganda [a favor] del gobierno de aquí. Mentiras y líos y siempre sembrando cizaña. ¡Cizañeros! Eso sí es verdad, y no es cuento que lo oí con mis propios oídos. Y los canales de los mexicanos son los peores. Eso lo vi, y lo viví el tiempo que estuvimos allí con mi nietecita. Y lo oí, que nadie me puede venir a hacer cuentos. Por eso, el hermano mío dice que aquello se fastidia, que Miami está perdido y los americanos ni cuenta se dan. Claro que él no dice que se fastidia, sino algo más fuerte, pero yo le digo así para que puedas ponerlo ahí, sin problemas. 

Algunos que sí están claros me decían: «Viejo, y ¿ustedes no piensan quedarse?» Y yo, a la verdad, que si lo pienso un poco me quedo, pero no, qué va. Uno tiene sus compromisos. Aquí están mis hijos y mis nietos, y mi mujer. Aunque mis hermanos, que ya están retirados con buenos retiros, y tienen hijos con buenos puestos, estarían en disposición de ayudarnos, pero las cosas no son así de fáciles. La niña tendrá que volver luego de un tiempo, para asegurarse de que todo sigue bien, y no se pueden hacer las cosas a lo loco y sin pensar en nada. ¡Mira que si dicen a demorarse los papeles y todos los trámites para tanta gente…! ¡Con lo que cuesta eso! ¿Y si entonces no le[s] da la gana [a los de] aquí de autorizar de nuevo el viaje para que la muchachita complete su tratamiento? Yo a mis nietos y a mis hijos tampoco puedo dejarlos por detrás. A lo mejor, si todo el mundo pudiera irse para allá, sería distinto, pero todo el mundo, es demasiada gente, ¿no?  Ahora, que si me fuera, no iba a ir allá para ponerle faltas a todo. La gente aquí ya nace montada en esa bicicleta y enseguida aprende a darle[s] a los pedales y luego si se va no se da ni cuenta [de] que las cosas son distintas. Sigue montada en esa bicicleta y lo único que sabe es de darle[s] a los pedales en falso y seguir quejándose por todo y por nada. Ahí tienes tú el famoso hombre nuevo, y la mujer nueva de esta gente. Los hicieron para el comunismo éste, y aunque no quieran saber nada de él, no saben qué hacerse sin él. Es como querer que un motor diesel funcione con otra gasolina. ¡Qué va!

Notas

Robert Lee Vesco (1935 - 2007) fugitivo de la justicia norteamericana, por fraude a gran escala, huyó y encontró refugio temporalmente en América Central y el Caribe hasta residenciarse definitivamente en Cuba, con la autorización y complacencia de Fidel Castro. Las primeras acusaciones contra Vesco se produjeron a raíz del escándalo Watergate que obligó a la renuncia del entonces presidente Richard Nixon. Vesco fue acusado de financiar ilegalmente una compañía propiedad de Donald A. Nixon (sobrino del presidente Nixon).

      Durante su itinerancia por América Central y el Caribe, Vesco intentó comprar una pequeña isla caribeña perteneciente a la isla mayor de Antigua con el propósito de crear una nación independiente en dicho territorio, se dice asimismo que logró hacer que se votara una ley en Costa Rica que lo protegiera de ser extraditado. Finalmente se estableció en Cuba en el año 1982, donde vivió en completa libertad y con absoluto bienestar hasta 1989 en que se le acusó de estar vinculado con el tráfico internacional de drogas. Como se recordará fue este mismo año en que se involucró al general cubano Ochoa, héroe de la Guerra en Angola en la comisión de los mismos delitos por los que fue fusilado con otro número de militares como resultado de un juicio sumario y amañado. Vesco, sin embargo, no fue enviado a la cárcel sino que permaneció en libertad vigilada en territorio isleño, y su nombre no trascendió en la prensa nacional, bajo el férreo control del régimen de Castro. En 1990, nuevamente acusado por las autoridades castristas de mantener vínculos con su otrora asociado Donald A. Nixon, fue encarcelado por “fraude y actividades económicas ilícitas” (¿?) así como por “acciones perjudiciales y contrarias a los planes económicos y contractuales del estado cubano” (¿?). En 1996 le sentenciaron a 13 años de privación de libertad. Murió en la cárcel en condiciones nada claras, en 2007, y fue sepultado en una tumba bajo otro apellido. Tal vez a causa de alguna irónica carambola de su estrella, la presunta ley que consiguiera pasar en Costa Rica contra su extradición a los Estados Unidos no lo salvó allí, pero funcionó demasiado bien en Cuba.

       Naturalmente, el testimoniante habanero habla de oídas del tal Vesco, sin estar informado acerca del personaje y sus avatares en todos sus detalles, por lo que desconoce al parecer que ya el fugitivo ha muerto para la fecha en que aún se refiere a él como si viviera en La Habana.

 
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