Terrorismo revolucionario 

Juan Carlos Linares Balmaseda 

LA HABANA, Cuba, agosto (www.cubanet.org) – Los cubanos estamos a merced del lumpen proletariado nacional. Una prueba concreta de la implantación del terror en la ciudadanía lo es la orden de que se vigilen, calumnien y aíslen socialmente a los elementos críticos del gobierno.  

La orden de sembrar este tipo de pánico la da el Ministerio del Interior. El complot se activa cuando agentes del ministerio orientan el modus operandi a los llamados “factores de la comunidad”, militantes de las organizaciones de masas (Comité de Defensa de la Revolución, Partido Comunista de Cuba, Unión de Jóvenes Comunistas, Federación de Mujeres Cubanas) y demás cooperantes del oficialismo en los barrios; los que sembrarán todo tipo de cizañas entre los vecinos y el personal de los centros de trabajo de los agraviados, incluso entre sus familiares más allegados. 

El propósito es despojar a “los contrarrevolucionarios” de cuantos planes personales emprendan, echarlos de sus trabajos, malograrles sus posibilidades de subsistencia y el futuro de sus familias. O encarcelarlos, y hasta fusilarlos, para escarmiento de los demás, si la dictadura militar considera que sus acciones ponen en peligro la seguridad de la nación.

Esto hace que las personas se sientan inermes ante un poder desmedido. De ahí que la reacción común de la ciudadanía sea dejarse arrastrar por ese pedestre sometimiento, y hasta llegue a reprocharles y burlarse de los que intentan reclamar sus derechos, por considerándolos “locos o  conflictivos” que “ponen mala la situación y caldean el ambiente, haciendo las cosas más difíciles” .

Esa conducta ha ido calando nuestra idiosincrasia de una manera aterradora. Si un individuo, con razón pero sin valor, es confrontado por alguien con alguna jerarquía, éste se sentirá amenazado por un poder cuyos límites no puede definir; un poder que podría crearle mayores dificultades que las muchas, que ya le sobran. Generalmente la persona reacciona con miedo, replegándose y cediendo sus derechos; esto se manifiesta en todas las facetas de nuestra sociedad. 

Los cubanos se han convertido en seres fáciles de atemorizar. Eso sucede por la prepotencia que engendran a cada paso las abusivas leyes, el terror que generan las cárceles, los agentes represivos y los oportunistas colaboradores. Y, sobre todo, por la ausencia total de una prensa libre y tribunales justos e independientes del control estatal.

Quienes han experimentado esto en carne propia, año tras año durante medio siglo, conocen la magnitud del terrorismo de estado, que ejerce nuestro gobierno contra su pueblo.