: Cuba: El problema de la vivienda y las Brigadas de demolición rápida
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El problema de la vivienda y las Brigadas de demolición rápida  

Miguel Saludes  

MIAMI, Florida, agosto, www.cubanet.org  -En Cuba hay muchos problemas que necesitan urgente solución. En estos días Raúl Castro hizo hincapié en uno de los más acuciantes. La cuestión vital de la comida y la producción agrícola es seguida por otros temas peliagudos. El de la vivienda también ha sido abordado por el actual gobernante en algunas de sus intervenciones.    

Los cubanos han tenido que ingeniársela durante años para poder solventar la situación del techo. Las limitantes, siempre presentes en estas décadas, se multiplicaron con la desaparición del mundo socialista que oxigenaba la economía de nación caribeña. La construcción y reparación de viviendas nunca contó con un fuerte respaldo legal, dado la insuficiencia o falta total de materiales, resueltos de manera irregular, casi siempre al margen de lo permitido.   

En estos últimos tiempos el cemento puede ser adquirido en divisas, a un precio sumamente caro si se compara con el que este producto tenía en el mercado negro. Un dudoso avance que al menos permite justificar la procedencia de ese género. Pero no solo con argamasa se construye o repara una casa.  

Concluye un ciudadano en la isla, que allí todas las construcciones están, de una manera u otra, envueltas en la ilegalidad. Su razonamiento no carece de fundamento. “En Cuba hacer cualquier construcción es ilegal, quiéralo o no, pues aunque tengas el dinero en divisa legalmente, enviado por tu familia en el extranjero, no puedes comprar todo el cemento que quieras. Una inversión que resulta muy costosa. Pero suponiendo que tenemos el dinero y que lo empleamos en querer construir, no puedes obtener de la misma forma los áridos (arena, polvo de piedra o piedras), imprescindibles para cualquier construcción. En ninguna tienda en divisas ni en ningún rastro de país se autoriza para comprar libremente esos productos.” Solo los de la elite dirigente y otros personajes obtienen el permiso. No faltan quienes desvían para su uso personal parte de las asignaciones destinadas a las entidades estatales.  

La construcción ilegal en Cuba ha sido objeto de atención en los medios oficiales de la Isla. Mirada de lunes, un espacio dedicado a debatir ciertos problemas polémicos de la sociedad cubana, se refirió recientemente a las personas que construyen de manera ilícita afeando el entorno con sus edificaciones.  

Por una parte no todo lo que se construye por cuenta propia contribuye negativamente con la estética de la barriada. Pero si así ocurriera, esto no preocupa a una población que debe remediar como sea su situación, sin detenerse a mirar detalles ornamentales. Dormir y convivir en un espacio digno resulta un asunto primordial. Así se explica la reaparición de esos barrios marginales al estilo del célebre Las Yaguas, que resurgen con fuerza en la capital cubana y en otras ciudades del país. Pedazos de zinc, tablas viejas o cualquier aditamento que cumpla con los requisitos del improvisado arquitecto, son utilizados sin muchos remilgos.  

Esos materiales provienen de los sitios más insólitos. La fuente de aprovisionamiento no se encuentra en los almacenes estatales ni está conectada con la bolsa negra. Locales abandonados y derrumbes, a pesar del peligro que muchas veces enfrentan los removedores de los escombros, proveen lo necesario. Con maña y paciencia las brigadas de demolición rápida hacen desaparecer el espectro de unas ruinas para darles vida útil en otro sitio.  

Así  ocurrió con el cine San Miguel, clausurado a principios de los noventa. Omar Rodríguez Saludes contaba sus impresiones sobre lo que él pudo apreciar en aquella ocasión. Primero desaparecieron ventanas y puertas, acompañadas por los baños e instalaciones sanitarias. En pocas semanas tocó el turno a las paredes y sillas del lunetario, con estructuras metálicas incluidas. Un buen día solo quedó visible la vieja pantalla del cinematógrafo, a cielo descubierto, como los auto-cines.  

Lo ocurrido al viejo teatro habanero no constituye un caso aislado. En fechas recientes otro testigo narró un hecho parecido en otro barrio habanero, donde una carpintería desapareció del paisaje en cuestión de días. Bastó el rumor de que ese centro de trabajo iba ser abandonado para que las brigadas de derrumbe rápido se pusieran en marcha. Al estilo de los comejenes, decenas de personas necesitadas de materiales deshicieron el local junto con una casa semi-derruida, que corrió la misma suerte de la carpintería aledaña. La persona hace establece un paralelo comparativo. “Dos semanas antes había pasado por el lugar cuando el inmueble estaba intacto. Ahora pude mirar hacia la otra calle sin que nada lo impidiera. Noté que la casa que obstaculizaba la vista simplemente se esfumó.”  

Un artículo periodístico comentado por el noticiero nacional contó sobre una fábrica de toallas de la que tampoco quedo rastro. La crónica oficial se refirió a los autores del acto como los caníbales de la Rosalía, reparto donde estaba instalado el edificio industrial.  
El arte de hacer ruinas es el título de un documental facturado por cineastas alemanes que estuvieron en la Isla. El material muestra la manera en que los cubanos han logrado subsistir y crecer dentro de una ciudad que se desmorona. Otros, menos conformes, prefieren sacar los escombros de ese gran cementerio urbano en que se ha convertido La Habana. Tal vez el material fílmico de los germanos pueda tener una segunda parte, dedicada a los que ejercen el oficio de hacer re encarnar las ruinas.    

 

 

 
 
 
 
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