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Alas de cucaracha

José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba, agosto (www.cubanet.org) - Mi vecina se ha emocionado hasta el puchero al escuchar la historia de amor que una actriz mediocre de La Habana relató hace muy pocos días en entrevista de televisión. La actriz tiene un nuevo amante, extranjero, y dice que famoso. Cuenta que se fueron conociendo y acercando en distintos escenarios del mundo: una noche en Roma, un mediodía en Buenos Aires. Y es justo este detalle lo que emociona a mi vecina.

Tanto, que no le queda tino para preguntarse cómo se las arregla una actriz mediocre de La Habana para dar chancleta, planeando ligues a través del ancho mundo, en vuelos seguramente costeados por el régimen, mientras ella, mi vecina, que es médica de alta competencia, espera desde hace cinco años por un dictado oficial de “liberación” que le permita ir a conocer a sus nietos en Haití.

Pero así somos: frágiles e ingrávidos, como aquellas alas de cucaracha que las hormigas cargan en fila hacia sus hormigueros, ya sabemos para qué.    
Y como alas parece que hemos vuelto a caer en las pezuñas de un nuevo brete, pretextado ahora por la noticia del concierto –dicen que por la paz- que el próximo 20 de septiembre ofrecerá en la Isla el cantante colombiano Juanes.

Antes, los vaporosos de Hollywood y las luminarias del Hit-Parade internacional venían muy calladitos a nuestros predios. A chuparse su habano y a beber Cuba Libre en Varadero, entre otras maromas secretas a las que sólo el diablo tenía acceso. Hoy se ha puesto de moda convertir sus visitas en noticia y en debate de primeras planas. Aunque seguramente continúan viniendo a lo mismo, más el morbo, quizá, de corroborar con sus ojos que al igual que los pandas, aquí no sólo nos reproducimos sino hasta somos capaces de gozar en cautiverio.

Muy a trompicones debe andar la civilización humana para que cierta recua de cabezas bonitas, pero con demasiado espacio sobrante en su interior, como en las fruta bombas, sientan la necesidad de asumirse como defensores de la paz, taponeros del hambre, coleccionistas de niños huérfanos, o como propagadores de ideas que no aplicarían ni a palos en su entorno personal.

Muy en bancarrota deben reconocerse los políticos y la política para que les alebreste o les preocupe tanto la influencia popular de esos lindones y lindonas.  
En Miami se ha revuelto contra Juanes el avispero de los salvadores de la patria (que allí también se da esa plaga). En nuestra isla, Silvio Rodríguez, abnegado defensor de la paz (que impone la mordaza, las cárceles y los mítines de repudio), se la sirve en bandeja de plata, a ver hasta dónde puede aprovechar su concierto para la higienización de la imagen del régimen; y Amaury Pérez le adorna la tarima, dando rienda a su vieja vocación de alcahuete de los varones seductores. Mientras, nosotros, en medio, frágiles e ingrávidos. 

En fin, más de lo mismo. La próxima visita de Juanes a La Habana puede ser mala o buena, será cuestión de preferencias, y nada va a cambiar para bien ni para mal. Luego Juanes seguirá de largo, con su camisa negra y la mente en Babia.

Lo malo, lo verdaderamente patético es que nuestros paisanos (de allá y de acá) continúen siendo como Dios los moldeó y la dictadura los deshizo, alitas para el hormiguero de las manipulaciones. Y por si fuera poco, ahora, además, somos pandas dispuestos a olvidar el drama del cautiverio apenas asoma su cabeza vacía algún famoso que como quien va de excursión al zoológico.

 

 
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