Campamento en el infierno

Víctor Manuel Domínguez, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, agosto (www.cubanet.org) – La ola de despidos por la que naufraga el empleo en todo el mundo no ha tocado las playas del océano laboral donde flotan, sobre balsas subsidiadas, millones de cubanos.

El grito de ¡ataja! lanzado contra los despidos en todos los idiomas del universo, acá va dirigido contra el exceso de empleo, salarios y atenciones al hombre.

Pero la incomprensión y las exigencias de algunos asalariados con adecuadas condiciones de trabajo y de vida, forman unos saltos de agua que convierten en papel mojado el diploma de pleno empleo que muestran las autoridades del país.

La denuncia del trabajador Pedro Anaya les puso el azúcar amarga a varios burócratas de un sector que no cerró decenas de centrales, si no que los puso en fase de restructuración, como diría un revolucionario.

Este señor, que junto a otros 37 obreros fue enviado desde el inactivo central Los Reinaldos, en Santiago de Cuba, hasta el Manuel Fajardo, en Quivicán, a 900 kilómetros de sus hijos y nietos, denuncia que es víctima de la mala atención.

Hace más de un año que no se les entrega a estos hombres artículos de aseo, la comida es poca y el desayuno se limita a un pan duro, un día sí y varios no. Y lo más humillante es que tienen que hacer sus necesidades fisiológicas en medio de un platanal en nada parecido al de Bartolo, adonde sólo se iba a bailar y gozar, como dice la guaracha.

Ante una situación así, no era necesario difamar de una atención al hombre garantizada en cuanto papel se imprima en el país, o mural se pegue a una pared de un centro de trabajo.

Lo que se necesita es comprensión. Conciencia de que si viven en un albergue de tablas y techo de fibrocemento, rodeado de cañaverales raquíticos y un platanal, ¿para qué asearse, comer o desayunar, cuando existen tantos gerentes y burócratas en la ciudad que necesitan andar olorosos, bien alimentados y  demostrar que la atención al hombre trabajador sí existe en el país? Además, si no come, poco tendrá que hacer en el platanal. En cuanto a que no les cambian ni la ropa de cama, volvemos a caer en lo mismo.

Es decir, si usted no tiene jabón para bañarse, poco que comer, y debe hacer sus necesidades en un platanal, si le cambian la ropa de cama la convertirían en mugre, y seguro que el administrador del albergue no la podría vender en el mercado negro.

En cuanto a la posibilidad de una casa en el futuro (como le prometieron desde el año 2005, fecha de su destierro a ese campamento del infierno en Quivicán), nunca olvide que el porvenir de un revolucionario se encuentra en la sentencia: “El presente es de lucha: el futuro es nuestro”.

Ni tampoco es aconsejable la sentencia del bodeguero: “Hoy no fío, mañana sí”.

A buen entendedor, pocas palabras. El futuro de un revolucionario y el mañana de un bodeguero nunca llegarán, aunque pasen mil años cargados de promesas.