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Como espuma y arena

Luis Cino

La HABANA, Cuba, agosto (www.cubanet.org) - A inicios de los años 90, en los peores momentos del “período especial”, penetraban a toda hora, a través de las ventanas y las paredes de mi casa, las canciones contestatarias de Pedro Luis Ferrer. En las horas que no quitaban la luz, mi amigo, vecino y alumno de inglés, el promotor cultural Reinaldo Jaén ponía a todo volumen en su grabadora los casetes piratas del cantautor proscrito que había dejado de cantar a las artilleras, a la felicidad de hablar en español y a la vaquita Pijirigua. 

Uno de mis mejores recuerdos de aquellos años fue el concierto de Pedro Luis Ferrer en 1994, en el Palacio de Bellas Artes, durante la Bienal de La Habana. Reinaldo y la que entonces era mi esposa, Litay Luna, fueron los organizadores del espectáculo, que disfruté en primera fila. El trovador hacía comentarios incisivos y bromeaba acerca de la posibilidad de que su  guitarra parada en puntas (y todo lo demás) se cayera o no. El público abarrotó la sala y coreó las canciones prohibidas. Especialmente El abuelo Paco. 

Como cantaba Violeta Parra: “cambia, todo cambia”, Rey murió de cirrosis hace dos años. Litay vive en Buenos Aires y promueve giras de artistas como Alberto Cortés. Mariela Castro y el CENESEX defienden los derechos de los que tienen “delirio de amar varones”, y ya el partido único permite ser palero, abakuá o cualquier otra cosa excepto disidente. Parece que Pedro Luis Ferrer también cambió y se cansó de cantar canciones demasiado contestatarias. 

Desde la primera vez que lo vi, hace unos meses, me dio mala espina el spot televisivo que anunciaba una gira nacional de bajo perfil del cantautor. ¡Qué diferente su concierto, también en Bellas Artes, del 24 de julio último, de aquel de hace 15 años! Pedro Luis Ferrer no clamó como hacía antes por la venida del estado de derecho, ni cantó El abuelo Paco. El público tampoco se lo pidió, tal vez porque no conocía la canción o porque había demasiados agentes de la Seguridad del Estado.

Pedro Luís Ferrer cantó canciones de amor. Las de antes, las clásicas (mariposa, me retoza la canción junto a la boca) y las más nuevas, descafeinadas. Buena guitarra, mucha poesía, rima, afinación y alguna leve alusión política. Espuma y arena. 

El público no coreó  las canciones. Tampoco reía mucho. Sólo reía el cantor, como el que de sus maldades se acuerda. O tal vez de pensar que el día antes, en el mismo escenario, actuaron los payasos Barquillo y Bombón.  

luicino2004@yahoo.com

 

 
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