Huele a pecado
José Hugo Fernández
LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) - Se aprecia un cierto tufillo pecador en algunas de las ideas expresadas recientemente en el taller que organizara en Cuba la Comisión Nacional de Misiones, de la Iglesia Católica, para intercambiar criterios en torno a cómo esta institución debe enfrentar hoy el auge de las religiones llamadas afrocubanas.
Afirmaciones tales como que a la iglesia le resulta “urgente llenar los enormes vacíos” que se detectan en el alma de los cubanos presuntos simpatizantes de la santería, no me parecen del todo prudentes ante Dios, habida cuenta que Dios es uno solo, aun cuando lo convoquemos en latín, en semítico o en yoruba.
En la misma dirección, considero desafortunado que a propósito del evento, el sitio en Internet de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba exteriorice preocupación ante del hecho de que nuestro sincretismo religioso “no sólo no disminuye con el avance cultural del país, sino que aumenta en forma significativa”.
Sería sensato recordar dos detalles, al menos dos entre varios. El primero es que tal sincretismo religioso se asienta, sobre todo, en dos pilares: antiguos ritos yoruba-lucumí y elementos del catolicismo. Entonces en nuestra santería no sólo está presente Dios, como está en todas partes, sino que además está en imagen y semejanza la propia representación católica de Dios. De modo que el aumento entre los fieles de la santería no debiera ser motivo de preocupación sino de regocijo para la iglesia de Roma. Le reporta ganancia neta.
El segundo detalle que valdría recordar es que aun cuando se obvien ciertas deudas que desde hace siglos la iglesia católica contrajo ante sus fieles cubanos con raíz en África, hoy no debiera olvidar otra deuda mucho más reciente.
Durante los últimos decenios, cuando la iglesia católica fue neutralizada en nuestra isla, y con ella no sólo su prédica del alma sino también sus enseñanzas como patrón de moralidad, no contó con otro aliado más fiel ni con un mejor garante que el sincretismo religioso ante cuya alza se muestra ahora ceñuda.
Si después de atravesar el largo desierto del ateísmo marxista-caudillista, todavía las nuevas generaciones de cubanos reconocen, adoran y respetan a muchos de los más preeminentes santos católicos, ello se debe, más que a ninguna otra influencia, incluida la del propio catolicismo, al vigor y a la constancia con que la santería siguió ahondando en el corazón del pueblo, por encima de toda labor desestabilizadora, de lavados de cerebro y aún de acciones represivas.
Visto el asunto desde este ángulo, tal vez fuera elegante que la iglesia católica de Cuba elevara sus votos reconociendo el hecho de que Dios, por intermedio de la santería, le haya propiciado la gracia impagable de no tener que recomenzar hoy desde cero.
Pero al menos hasta mis oídos, o hasta mis ojos, no ha llegado nada que se parezca a un reconocimiento semejante. Lo que se aprecia en el sitio de Internet de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba es una clara contrariedad porque esa “cosa nueva”, o sea, la proliferación de los cultos sincréticos, desborda hoy “el marco de una raza concreta o un nivel económico o cultural determinado”.
Por cierto, además del consecuente tufillo a pecado, en estas últimas palabras me parece aspirar otros tufillos que me resisto a calificar como racistas y clasistas. |