Verde que te quiero verde

José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) - Comenta Radio bemba que el régimen acaba de arrear rumbo a las calles habaneras una nueva piara conformada por mil auditores. Estos llevan la misión de detectar irregularidades que entorpezcan –dicen- el orden, la disciplina, el buen servicio y el funcionamiento de la ley en los establecimientos comerciales.

Ahora están obsesionados con la institucionalidad. Pero, igual que les ocurre con todo, entienden mal su significado, o lo tergiversan según su capricho y para su acomodo.

Parece ser que para el régimen, institucionalizar el comercio equivale a convertirlo en una red de unidades militares con mando único, donde no hay cabida para otra lógica que no sea la del que ordena desde arriba, torpe e indolentemente, y en la cual estorban, sobran la iniciativa y la gestión de los comerciantes por cuenta propia.

El pasado sábado 18, el agro-mercado particular de La Lisa, comunidad superpoblada de la capital, amaneció con todas sus tarimas vacías.

Siendo el mejor y más visitado comercio de productos del agro de este municipio, fue convertido de un plumazo en un sitio espectral, donde no quedaban sino cuatro asustadizos vendedores de carne de puerco, y un público cataléptico, con la boca abierta, sin hallar razones ni explicación para aquel destolete.

Mientras, en el agro-mercado estatal  (ubicado a muy corta distancia del particular), las colas y el molote establecían récord, aún cuando la diferencia de precios con respecto al otro era punto menos que insignificante, y la oferta era, claro, muy inferior en variedad y calidad. Eso por no mencionar la marcada desventaja de los vendedores del Estado en cuanto a eficiencia en el servicio y atención al público.

Pero el caso de La Lisa es sólo uno entre un montón. Resultan cuantiosos los mercados agropecuarios de venta particular que han cerrado en La Habana durante los últimos meses, bien por decreto oficial o porque sus gestores no han podido seguir enfrentando la presión y las normas que les impone el régimen. 

Otro tanto sucede con las cafeterías de particulares, muy especialmente con las que se dedican a vender emparedados. No conformes con la prohibición de incluir queso en sus ofertas -mientras este producto es vendido a precios de Potosí en la shopping-, ahora los inspectores estatales la emprendieron contra el jamón, de fabricación casera por lo general, ya que los cuentapropistas no tienen acceso a otro. Y es así como ante la disyuntiva de vender emparedados que no contengan más que pan con pan, los cuentapropistas deciden cerrar sus negocios. 

El régimen, por su lado, cree haber hallado una varita mágica en la venta de hortalizas, que son de fácil y muy rápida cosecha -y hasta de muy buen ver por los “progres” europeos que se dedican a elogiar sus coyundas y a celebrar sus fracasos-, pero en lo concreta no satisfacen ni medianamente la demanda de nuestra gente de a pie, nostálgica de la vianda y de la fruta y del arroz con frijoles.

Hace unos días, mientras aumentaba la expectativa internacional en torno a la V Cumbre de las Américas, en Trinidad y Tobago, más que por su auténtica repercusión, por lo que podía traer de show mediático la encerrona que los cómplices de nuestro régimen pretendían tenderle a Obama, la verdadera noticia para los habaneros era otra: estaban vendiendo papas racionadas en las bodegas.

Las ganas de volver a chocar con esta solanácea tan gustada, tradicional y ausente entre nosotros, a la vez que la preocupación ante el acercamiento de una nueva temporada ciclónica, con renovados argumentos para justificar su ausencia, anuló el interés popular para otra acción que no fuese la de comprar papas.

Y más con esta nueva manía que ahora nos impone el régimen. La institucionalización del verde: verde el uniforme de quien manda y verde su oferta, con pespuntes negros.