LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) - “Padrino, quítame esta sal de encima”, repiten a toda hora y por todos los medios los cantantes de Cola-Loka, la agrupación reguetonera más popular de este momento en La Habana. El estribillo es parte de una pieza dedicada a un falso babalawo, el cual no sólo muestra incapacidad a la hora de gestionar el favor de los santos, sino que, además, estafa a sus ahijados mediante promesas que no cumple.
No habría que ser muy agudo para darse cuenta de que el tema se pinta solo para la especulación de carácter político. Basta con establecer cierta analogía entre los malos oficios del régimen y los del falso babalawo, y luego adicionarle nuestra tendencia natural al choteo y al doble sentido valiéndonos de la música popular.
Así que ante cada mala nueva que hoy nos impone el régimen, la gente eleva su voz al cielo para rogar, en broma, pero muy en serio: “padrino, quítame esta sal de encima”.
Lo único que no había quedado explícito hasta ahora era a qué padrino se estaban dirigiendo: si al falso babalawo, o sea, al régimen, o a quien los cubanos de a pie ven como un nuevo, diáfano y providencial padrino: Barak Obama.
Pues por bochornoso que resulte, es cierto y comprobable que la letra de nuestra esperanza apunta hoy mucho más hacia Obama que hacia todos los mandamases de la Isla, todos juntos, o hacia los legisladores cubano-americanos que desde el congreso dicen estar defendiendo los intereses de Cuba.
El hecho es que lo decretado por el presidente de Estados Unidos el pasado lunes 13, bajo el apelativo “Extendiendo la mano al pueblo cubano”, no parece dejar dudas sobre la capacidad y las buenas intenciones de aquel padrino para dar respuesta a nuestro ruego y, sin show ni amaños, empezar a quitarnos esta sal de encima.
Ahora está por ver con qué tipo de brujería van a contrarrestar nuestros salvadores de la patria -los del régimen y los congresistas cubano-americanos-, sabiendo, como sabemos, que la sal que tenemos encima representa la sal de la vida para ellos.
Por lo pronto, nadie por acá espera que en la respuesta del régimen sea contemplado el levantamiento de las prohibiciones y de las odiosas regulaciones (como la tarjeta blanca) para la entrada y salida de los cubanos en su propio país.
También parece dudoso que el régimen responda a esta actitud de Obama eliminando el dictado que dispone desterrar (con la consecuente pérdida de todas sus pertenencias en la Isla) a los cubanos que deciden ir a vivir a los Estados Unidos.
A fuerza de esperar poco, ni siquiera se aprecia por acá la ilusión de que en breve sean reducidos los costos para los trámites de viaje y llamadas telefónicas entre Florida y La Habana, o que en proporción con las nuevas utilidades, quede suprimido el recargo del veinte por ciento que gravita sobre las remesas.
En fin, todo indica que no es poca la sal que seguirá cayéndonos encima. Aun en el caso de que nuestro nuevo padrino emplee a tope su aché para desamarrar brujerías.