A golpe de reguetón
Valentina Cueto
LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) - Recientemente escuché en una parada de ómnibus una “fraternal” discusión entre varios estudiantes de ambos sexos que no rebasaban los dieciséis, sobre dos temas de actualidad para la juventud: el reguetón y el uso de los preservativos en las relaciones sexuales. Por los términos utilizados se notaba que a tan temprana edad ya eran unos “profesionales” del condón.
Con la publicación del libro El hombre y la mujer en la intimidad, del psicólogo alemán Sigfried Schnabl, el concepto “educación sexual” se puso de moda en Cuba en la década de los ochenta del siglo veinte.
Como parte de la creación del hombre nuevo, los jóvenes cubanos fueron enviados a estudiar la educación media superior (pre-universitario), en las escuelas en el campo, siendo forzosamente separados del hogar. Está demostrada la promiscuidad que se genera en estos centros de enseñanzas, donde la prioridad del Estado se dirige más hacia el adoctrinamiento ideológico que a la formación en los estudiantes de valores para el mejoramiento de la conducta social.
La libre práctica del sexo a temprana edad es algo cotidiano para la mayoría de los estudiantes. En las escuelas de enseñanza secundaria y politécnica que radican en las ciudades, el hecho no es tampoco ajeno. El fenómeno tampoco es exclusivo de la juventud, forma también parte de la pérdida generalizada de valores en la vida sexual de los ciudadanos de edad más avanzada. La educación de los padres juega un papel de primer orden en la conducta de los jóvenes.
Las billeteras y mochilas, junto con los útiles escolares y el carné de identidad, cargan también los preservativos, que se pueden comprar en sitios tan insólitos como carnicerías y bodegas. Así, piensan los muchachos, se protegen de la promiscuidad entre un reguetón y otro.
Cuando los Beatles y otros grupos extranjeros estaban en su apogeo, y los trovadores Pablo Milanés y Silvio Rodríguez cantaban melodías como Yolanda y ¿Qué se puede hacer con el amor?, los universitarios cubanos, tomados de la mano, se extasiaban escuchándolos en la escalinata de la Universidad de la Habana. El amor, aunque no exento de sexualidad, mostraba otro rostro y generalmente era la expresión de un sentimiento. La realidad de hoy es distinta.
La pandemia del SIDA demanda más responsabilidad sexual, aunque la publicidad apunta sólo al ejercicio desenfrenado del sexo. Estamos, lamentablemente, en presencia de una vulgarización de la vida sexual, y no existe una campaña efectiva por parte del Estado para que los jóvenes comprendan la importancia del amor como centro de las relaciones de pareja. La familia también tiene su cuota de responsabilidad en el asunto.
¿Qué futuro espera a nuestra sociedad si los valores morales se pierden entre reguetón y preservativos?
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