Hurón Azul
Aleaga Pesant
LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) - Existen tres referencias importantes para el habanero mundano, cuando se dice Hurón Azul. La casa-museo del pintor Carlos Enríquez, un programa de televisión y un paladar.
La casa-museo está ubicada en la periferia de la capital. Fue la residencia-estudio del artista y ganó su nombre por su ocurrencia de colgar un hurón pintado de azul, en el portón de entrada. De la casa-estudio del paradigma de los maestros de la plástica cubana del siglo XX, tomó el nombre el programa informativo de la Unión de Escritores y Artistas (UNEAC).
La paladar (restaurante privado) era la suma de sus herencias, más el talento empresarial de Juan Carlos, quien durante casi quince años construyo un restaurante familiar, con las mejores ideas de los chefs de la ciudad.
Portador del don de gente y bon vivant de la ciudad, Juan Carlos Fernández García, encadenó un grupo de compromisos y relaciones, sobre el eje de la buena cocina, el mercado del arte y el trato exquisito y personalizado. Su trabajo ganó fama internacional. Pasaban a saludarlo chefs de visita en el país y extranjeros que trabajaban en hoteles de la isla. De esas reuniones salían intercambios de experiencias y siempre se preparaba algún platillo exquisito. Su restaurante, era frecuentado por artistas de otros mundos, el cuerpo diplomáticos en pleno y turistas avisados.
A diferencia de otros paladares del país, Hurón Azul se caracteriza por la profesionalidad, el modo de aprovechar las nuevas tecnologías y un trato excelente. Por ejemplo, a partir de la segunda visita como comensal, se entraba en el área VIP. Ganaba una tarjeta magnética con su nombre y un número descendente, que le permitía obtener mayores servicios a más visitas. Algo imposible en los restaurantes del estado.
Su aura lo llevo a visitar, además de Europa, lugares tan exóticos como Tailandia, invitado por comensales y amigos. Su bodega de vinos y regalos, estaba bien cargada. En su libro de tarjet card, aparecían nombres famosos internacionalmente.
Tanta profesionalidad desbancó los caros y obsoletos servicios de cocina de los restaurantes propiedad del Estado, en instalaciones hoteleras, como en las cadenas restaurantes de lujo, Los caros y cercanos restaurantes de los hoteles Nacional y Habana Libre, sufrían la competencia del Huron Azul.
A lo anterior se unía el cortejo, desde un principio, a los pintores, quienes viven en una burbuja económica ajena al miserable ruido de la sociedad cubana. Con esas relaciones y el arte como eje paralelo del proyecto empresarial, el restaurante Huron Azul coleccionó obras de las más prestigiosas firmas de la ínsula.
Huron Azul es un restaurante, también una galería. Juan Carlos es un chef, pero también es un especialista de arte y un empresario. Por eso, antes de encarcelarlo a finales de 2008, se intentó desprestigiarlo. No se atacaba al corrupto, ni a la corrupción, se atacaba al espíritu de empresa, a la independencia.
Algunos ingenuos y desinformados repiten la fabula narrada al oído por la policía política, uña y churre del Departamento Técnico de Investigaciones (DTI), policía criminal, de los delitos de Juan Carlos, sobre sus negocios con entidades e instituciones del régimen. Se le acusa de enriquecimiento ilícito a través de un ensarte de violaciones de la ley, vinculado con el Ministerio de Cultura. En un país donde todo o casi todo está prohibido.
Algunos opinan que la intención del arresto y confinamiento del dueño de Huron Azul, apuntan directamente al ministro de Cultura, Abel Prieto. Sin embargo, lo más importante es matar a la gallina de los huevos de oro. El pensamiento y coraje empresarial del cubano.
aleagapesant@yahoo.es
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