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Conversando con Pepe

Tania Díaz Castro

LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) - Pepe es un cubano- americano que no llega al medio siglo. Alto, corpulento, bien parecido y amigo de hacer chistes. Uno de esos tipos que no deja de ser un cubano de Centro Habana, a pesar de vivir en Miami hace más de veinte años. 

Lo conocí hace unos días y conversé con él durante dos horas, en la casa de sus padres; una conversación que se basó en preguntas y respuestas, tanto de su parte como de la mía.

Viene de Nicaragua, a donde va por asuntos de trabajo. Le gusta Managua, a pesar de sus mujeres de pequeña estatura y del socialismo entre comillas de Ortega, muy inteligente según Pepe, porque hace política con Dios y con el diablo. En Managua hay restaurantes de lujo y super mercados norteamericanos. Como en Moscú, Managua tiene su cadena de McDonald´s y los nicas. Hasta pueden comprar por televisión, en Internet y en Wal Mart.

Sin embargo, no le gusta que las mujeres con sus hijos pequeños anden por las calles pidiendo limosna y que niños y adolescentes trabajen sin ropa alguna en las minas de oro, porque así, desnudos, no pueden robar.

Pero La Habana es otra cosa, asegura sonriendo y batiendo las palmas de sus manos, como hacen los cubanos al hablar.

-Aquí sigue mi familia y yo me alegro, porque vengo a verlos cada vez que se me llenan los bolsillos de dólares trabajando duro.

A Pepe no le importa que las calles de La Habana estén llenas de huecos. Ni que haya otros en su subsuelo desde aquella historia de los misiles soviéticos que salieron de Cuba como bola por tronera. Tampoco le importa haber entrado al edificio del Capitolio Nacional y encontrarlo destruido: muebles, paredes, puertas…

-La Habana tiene una magia, chica, algo que no puedo explicar. Tal vez sean los recuerdos de la infancia y de la juventud que tropiezan conmigo mientras camino, y por qué no, hasta los edificios en ruina no dejan de irradiar una luz tan familiar, que sorprende a cubanos de pura cepa, como yo. ¿Y qué decir de las mujeres? ¡Las mujeres cubanas son de ampanga! En ningún país puede verse esta mezcla de negros y blancos que produce las mulatas más lindas del mundo: seis pies y pico, líneas despampanantes, cabellos copiosos, sonrisa perfecta, como dice Silvio Rodríguez.

Le pregunto por las cubanas de Miami:

-Como andan en sus autos y no caminan, pierden las nalgas y el bamboleo. En poco tiempo se parecen a las yumas. Olvídate, Fidel acabó con el azúcar, el tabaco y el café, pero no con las mujeres, que abundan como el marabú, y algunas andan por la ciudad en busca de un gentil caballero que las recoja y se las lleve en un auto rentado en moneda convertible.

 

 
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