Vida salvaje

Jorge Olivera Castillo, Sindical Press 

LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) - Si de calificaciones se trata, la indisciplina en Cuba obtendría la máxima puntuación. En saco roto caen los cortos audiovisuales que llaman a corregir algo que se ha convertido en parte de la cotidianidad.
La falta de cortesía, el uso del lenguaje obsceno en la comunicación interpersonal, los diálogos a gritos, el abordaje a empellones en los medios de transporte público, la despiadada agresión auditiva proveniente de potentes equipos de música situados en apartamentos, ómnibus y bici-taxis, son comunes. Se ha perdido la brújula de la decencia.
Verter un cubo con aguas negras desde un balcón, lanzar un cigarro encendido o un escupitajo hacia la calle desde una ventana, son acciones que se añaden a la lista de conductas que ponen en duda los llamados logros de la educación y la cultura en los 50 años de revolución.

El desparpajo, lejos de atenuarse, aumenta vertiginosamente. Las generaciones más jóvenes siguen el mismo patrón de vivir en los márgenes de la responsabilidad y del respeto al prójimo.

El ciudadano, sometido a la voluntad de un estado por tanto tiempo, termina enajenándose y enajenando al resto de las personas que lo rodean. En la búsqueda de una utópica uniformidad social, se ha  llegado a constituir una nación que se mueve bajo códigos contrarios al éxito que se pregona a los cuatro vientos.

La deshonestidad, el egoísmo y la apatía son fenómenos que sobrepasan cualquier intento mediático de presentar a la sociedad cubana como un paradigma para las naciones latinoamericanas. 
 
Puede que Cuba no sea lo peor del hemisferio occidental, pero el desbalance entre lo que se presenta como logros, y las situaciones de degradación a todos los niveles son tan profundas, que habría que interpretarlos como una crisis de valores.

No es en un sector de la población donde se manifiestan estos problemas. Cuando se aborda el asunto hay que tener en cuenta a millones de ciudadanos. El mal está enraizado en las ciudades y los campos, independientemente del grado de escolaridad, edad y raza.
Desde la base a la cúpula la decadencia se manifiesta como parte de una realidad que no tiene solución mientras no se introduzcan cambios de “concepto y estructurales”, como ha prometido y no ha cumplido el Presidente Raúl Castro.

Como todavía no aparece el Mijaíl Gorbachov cubano, hay que continuar aguantando la retórica que sirve de cortina de humo para disminuir la visibilidad de la debacle.
Los ancianos suelen apostar por el conservadurismo. Sobran las evidencias para conocer que la vieja clase gobernante cubana no pretende salir del marco de lo que constituye una regla con escasas excepciones.