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El origen de La Porra

Tania Díaz Castro 

LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) - Los llamados mítines de repudio, organizados por el régimen castrista contra los que pretendían abandonar el país, y contra los activistas del Movimiento Pro Derechos Humanos, nacieron un 13 de noviembre de 1930, bajo el nombre La Porra.

Aquel año, el dictador Gerardo Machado luchaba a toda costa por mantenerse en el poder, mientras los opositores, obreros, estudiantes y sectores de la clase media, trataban de derrocarlo

Aquel día, convocado por el abogado Leopoldo Fernández Ros, se reunió un grupo de hombres que excluía a ex presidiarios y ex policías, con la aspiración de obtener méritos ante Machado, y fundaron la Liga Patriótica, conocida más tarde como La Porra, “curioso apelativo (según el periodista mexicano Paco Ignacio Taibo II en su libro, Tony Guiteras, un hombre guapo) que identificaba a la claque que acompañaba a los políticos para enfrentar en la calle a la disidencia ¨.

El objetivo de La Porra era reprimir a golpes cualquier manifestación pública contra Machado. Podían entrar a cualquier lugar mediante un carné que los identificaba ante la policía, recibían un sueldo mensual del gobierno y contaban con un local muy cerca del palacio presidencial.

A pesar de que en Cuba existían tres partidos políticos, La Porra sólo se dedicaba a proteger a la dictadura, enfrentándose a la agitación callejera que iba en aumento en todo el país, acompañada de explosiones de bombas y petardos.

Meses después de fundada la Liga Patriótica, a Machado le sugirieron agregarle una Porra femenina, capaz de enfrentarse a las mujeres que se oponían al régimen, y para dirigirla nombraron a Estela Moré, mulata guapetona residente en la calle San Lázaro, en La Habana, y famosa por conseguir votos a cambio de camas en hospitales, y por desnudar y golpear a las opositoras en la vía pública.

A la caída del régimen, y en medio de un país paralizado por una huelga, se inició la cacería de aquellos que habían cometido crímenes contra los opositores. Uno de los grupos de acción que buscaba a los porristas descubrió a Pepe Magriñat, el asesino de Julio Antonio Mella, escondido en una funeraria.

El periodista Mario Kuchilán escribió en la revista Bohemia que se ajusticiaba a los porristas y esbirros en plena calle, se arrastraban los cadáveres, y cuenta cómo en las aceras del Paseo del Prado vio matar a palos a uno de ellos. Casi todos fueron ajusticiados por la población, hastiada de dictadura.

Quien escribe esta crónica también fue víctima (como ha ocurrido a miles de cubanos) de un acto de repudio ordenado por Fidel Castro y perpetrado en presencia de mis hijos pequeños, el 28 de noviembre de 1988, a la entrada de la prisión Combinado del Este, en La Habana, cincuenta y ocho años después de creada La Porra de Machado, a la que nada tienen que envidar las brigadas de respuesta rápida de la dictadura castrista. 

 

 
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