Falta grave del bodeguero

Jorge Olivera Castillo, Sindical Press 

LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) - La paleta se hundió dentro del tanque de arroz. Minutos antes el dependiente susurró algo inaudible. Esperé a que terminara de introducir en la bolsa de nylon las seis libras de arroz per cápita, más una adicional, que el Estado vende como parte de la cuota racionada mensual.

-No te entendí -le dije

Por respuesta recibí un suspiro de pesar.

-Dame para echarte el azúcar.

Le entregué dos envases para el azúcar cruda y refinada. Le pregunté:
-¿Qué me dijiste?  Estaba entretenido y no te entendí.

Intentaba ganar la confianza de aquel hombre atribulado, y conocer las causas de su pesar. Sus ojos se abrieron indicándome silencio. Frente al mostrador cuatro personas esperaban su turno para comprar. Imaginé varios escenarios sombríos, y en el centro, el dependiente. 

-¿Trajiste el pomo para el aceite? –preguntó.

-No, se me olvidó. Mañana lo compro.

-¿Vas a llevar los fósforos? –y colocó los frijoles que me tocaban en la bolsa, y acto seguido puso las dos cajetillas de cigarros sobre el mostrador.

-¿Vino el jabón?

-No. Ah, caray, se me olvidaba la pasta de dientes.

Miré el pequeño tubo de pasta dentífrica pensando en que no alcanzaría para todo el mes. El empleado sacó cuentas, le pagué con un billete de veinte. Me entregó el vuelto y escuché, al fin, la razón de sus tribulaciones.

-¡Estoy en tremendo lío! Imagínate que no fui al rendir tributo a Almeida. Estoy en candela y posiblemente me boten del trabajo. A ver quién te despacha los mandados el mes que viene, si es que me echan.

El hombre aludía a su ausencia de las actividades programadas por el gobierno para despedir al Comandante de la Revolución Juan Almeida, fallecido a los 82 años el viernes 18 de septiembre. Traté de animar al bodeguero sin mucho éxito. Su cara seguía siendo el retrato vivo de la desolación.