Emeterio quiere que lo quemen

Valentina Cueto

LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) - Asiduo lector de la prensa, Emeterio se espantó cuando leyó un artículo donde se informaba de la imposibilidad (al menos por el momento), de cremar a las personas obesas, debido a que el único incinerador disponible en la capital no está en buenas condiciones, y el exceso de grasa de los “usuarios” podía provocar un incendio, con el consecuente deterioro de la instalación.

Por eso Emeterio ha cambiado su estilo de vida. Antes pasaba horas frente al televisor, o jugaba dominó, dándole en la misma costura a la cerveza entre partido y partido.
La vida sedentaria y la comida lo llevaron a pesar 300 libras. El tejido adiposo campeaba por su respeto en el vientre y los brazos. ¿Qué lo habrá llevado a luchar contra el sedentarismo y la obesidad? –se preguntaban sus vecinos.

Diariamente se ve a Emeterio trotando y a la caza de vegetales para disminuir las calorías de la dieta. También se comenta en el barrio que Emeterio está enamorado de una jovencita, y hasta su esposa afirma que al cónyuge le entró la “titimanía”. Todos andan desconcertados con su nuevo estilo de vida, ya que el hombre afirmó siempre que era un gordo con carné de identidad, y cuando alguien le señalaba el abultado abdomen, respondía sin pudor:

-Mi dinero me costó.

La verdad es que Emeterio, horrorizado ante la idea de ser pasto de los gusanos, se sintió aliviado cuando se inauguró en Cuba el primer crematorio. Consciente de que su peso lo descalifica para ser pasto de las llamas, se está preparando para lo que siempre soñó: que sus cenizas vuelen sobre los campos de Caibarién y se incorporen para siempre a la tierra que lo vio nacer, y así evitar a su familia la mala noche del velorio, el entierro y la exhumación.