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Llanto maternal

Miguel Iturria Savón

LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) - El miércoles pasado, mientras caminaba por una calle de Centro Habana, sentí un llanto persistente a mis espaldas. Me volví con cautela y vi a una señora de unos 50 años, incapaz de controlar su desesperación. Traté de calmarla, pero todo fue en vano.

Venía del tribunal municipal, donde le ratificaron la sanción de cuatro años contra su único hijo, un joven retrasado mental involucrado en una reyerta callejera. Me dijo la señora que después del problema su hijo fue convertido en un zombi. “En el calabozo debieron torturarlo; apenas hablaba, perdió el interés por salir y le asustaba la presencia de los policías”.

La mujer aseguró que antes del juicio lo llevó al hospital psiquiátrico Mazorra, donde tenía tratamiento, pero se percató que allí laboran la madre y el padrastro del joven que lo golpeó. “Tuve que llevármelo bajo mi responsabilidad y atenderlo en la clínica de higiene mental. Le pusieron tratamiento y me dieron un certificado que entregué al abogado del caso”.

El certificado no le sirvió de mucho, pues el hijo ya cumple su condena en la Prisión 1580, de San Francisco de Paula, municipio San Miguel.

La señora que lloraba detrás de mí es empleada del aeropuerto José Martí, y milita desde hace más de 20 años en el Partido Comunista de Cuba, ante el cual denunció “la arbitrariedad contra el muchacho”.

Tal vez el testimonio de la madre esté parcializado por el amor y la pasión filial. Quizás su hijo sea realmente agresivo y no mida las consecuencias de sus actos; pero el hecho de poseer dictámenes de psiquiatría y salir trastornado de la prisión provisional merece una revisión más técnica del asunto.

Hay personas que son capaces de exagerar, disminuir, omitir o agregar elementos favorables a su forma de apreciar el suceso que les afecta; pero hechos como el narrado suceden con frecuencia en Ciudad de La Habana, donde el proceder de muchos policías pone en entredicho su profesionalidad. Algunos golpean, violan las leyes que deben hacer cumplir, y después acusan de atentado a la víctima de sus excesos.

Le aconsejé  a la señora que lloraba en Centro Habana contratar a un abogado para un proceso de revisión ante el Tribunal Supremo. Quizás prospere.

Hay mucha exaltación en nuestras ciudades. Numerosos jóvenes se animalizan con el alcohol, las carencias y otros problemas. Cualquiera pierde el control, pero los enfermos mentales son víctimas de sus actos y de la violencia de su entorno. Es difícil enfrentar la violencia, pero el respeto y la cortesía no deben ser asuntos del pasado. 

 

 
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