Repasadores particulares

Valentina Cueto

LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) - Hace un año, una antigua vecina que trabaja actualmente como maestra primaria en el estado de Florida, comentaba que los niños cubanos recién llegados, quienes históricamente se habían destacado por su buen desempeño académico, no cumplían las expectativas de antaño. Y que sus colegas le hacían bromas expresando que sus compatriotas se habían vuelto “bruticos”.

La recepcionista  de un centro comunitario de salud mental de La Habana, comentó en voz alta que es increíble la cantidad de niños que las escuelas remiten a la consulta de psicología. El motivo más frecuente de la remisión es la sospecha de problemas de conducta y aprendizaje.

Luego de aplicar a cada paciente gran cantidad de pruebas psicométricas, pedagógicas, de atención, etc., los médicos llegan a la conclusión de que sólo unos pocos tienen trastornos reales; el resto, afortunadamente, son tan normales como cualquiera; incluso algunos tienen elevados cocientes intelectuales. Sin embargo, sus profesores aseguran que carecen de capacidad para aprender o comportarse correctamente en la escuela.

La extrovertida recepcionista contó también que los padres de esos niños –lógicamente preocupados por el aprendizaje de sus hijos – contrataron los servicios de repasadores particulares y que, en poco tiempo, se convirtieron en estudiantes destacados.

El repasador particular, profesión que durante mucho tiempo cayó en desgracia por falta de mercado, es hoy un oficio lucrativo en Cuba. Estudiantes de todos los niveles recurren a ellos con el propósito de completar los conocimientos necesarios de acuerdo con las exigencias del sistema educacional.

La mayoría de los repasadores son docentes retirados que, para redondear sus finanzas, han improvisado aulas en sus domicilios. Y, aunque parezca increíble, algunos tienen tanta demanda que los aspirantes deben hacer cola para matricularse. 

Ya desde la escuela secundaria básica, muchos adolescentes asisten a clases particulares con el fin de calificar a la hora del reparto de las carreras universitarias. Por supuesto, no todos pueden costearse estas clases, sólo los hijos de padres con los recursos necesarios.

Si la mayoría de los muchachos que se remiten a los centros de salud son diagnosticados con plena capacidad para aprender, la causa del problema no está en el aprendizaje, sino los deficientes métodos de enseñanza.