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29 de septiembre de 2008
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Locura por escribir

Yosvani Anzardo Hernández 

HOLGUÍN, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) - Siempre he considerado que relatar hechos reales es más difícil que crear historias, porque la empatía de alguna manera te pone en el lugar de los protagonistas y entonces sufres y ríes con ellos. No obstante, y a pesar del riesgo, sigo relatando las historias de las personas que se me acercan, y la de hoy es algo especial por su lejana cercanía conmigo, y digo así porque es un familiar que siempre ha vivido lejos. 

Deysi nació en el campo, específicamente en el corral de los carneros. Corría el año 63. En octubre, el huracán Flora azotó la zona oriental del país. El padre de la niña, tal vez inspirado por las anormales circunstancias de su nacimiento y el posible paralelismo con el nacimiento de Cristo, siempre pensó que ella haría algo relevante en su vida. 

Cuando Deysi aprendió a escribir, las paredes de la casa no alcanzaban para hacer sus garabatos, y por ello escribía en las paredes de los vecinos. Un día, un vecino le regaló un bloc de hojas blancas, y  comenzó a escribir. Con el tiempo el bloc se convirtió en un diario. 

Deysi creció y nunca se apartó de su diario. Con los años las condiciones de vida en los campos cubanos se deterioraron. El padre entregó sus tierras a una cooperativa a cambio de una pensión ridícula, y toda su familia se mudó para el pueblo, pero ella permaneció en el campo y de esa forma se convirtió en testigo del mal que domina estas regiones del país.  

Al principio escribía por impulso, sin un propósito definido, luego comenzó a releer lo escrito y descubrió en sus propias palabras que debía revelar las injusticias que se cometen en su país, y fue precisamente ahí cuando comenzaron sus verdaderos problemas.  

A los 29 años Deysi estaba casada y viajaba los fines de semana al pueblo con sus dos hijos buscando la manera de publicar lo que escribía, algo que nunca logró. En una ocasión regresó antes de tiempo y encontró a su esposo con otra mujer, en la cama. Sin que los amantes lo advirtieran, le prendió fuego al bohío de guano y tablas de palma. Los sorprendidos amantes, aunque quemados, se salvaron. En el juicio ella persistió en su intención de matarlos, y agredió al fiscal. Nadie podía creer que cinco policías, golpeándola, no pudieran con ella. 

Estuvo seis meses en el hospital psiquiátrico. Un día recibió la visita de su padre que le llevó su diario. Por primera vez en mucho tiempo estaba calmada, y aunque vigilada de cerca, no mostró señales de descontrol. Los médicos le diagnosticaron esquizofrenia agresiva. 

Deysi continuó escribiendo para recuperar el tiempo perdido. No le ponían la camisa de fuerza pero la mantenían a distancia. Ocurrieron otros hechos violentos, pues Deysi estallaba ante cualquier acto de abuso e injusticia que ocurriera a su alrededor sin importar quién los cometiera. De esa forma se convirtió en una especie de ángel guardián de los desvalidos.  

Un día se quedó dormida con el diario sobre su pecho y al despertar había desaparecido. Contuvo su furia, no golpeó a nadie, porque su sentido de justicia le impedía atacar a inocentes. Tiempo después fue dada de alta, y un médico le confesó que él había hurtado el diario, pero se negó a devolverlo. Alegando que Deysi sufría en carne propia los problemas de los demás, y al releer, volvía a vivir sus propias desgracias y las ajenas. 


Hace 17 años que Deysi no escribe, y no ha vuelto a tener problemas mentales. Tal vez nunca más vuelva a escribir, o quizás lo haga sobre un mundo feliz e imaginario. Quizás un día deje de sentirse impotente, cambie la realidad y no vuelva a enloquecer cuando escriba. 

 

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