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24 de septiembre de 2008
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Los pineros están contentos
Aleaga Pesant

LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) - “Los pineros están contentos”. La frase, de Raúl Castro ante las cámaras de la televisión nacional y los damnificados, pasará a la historia del choteo criollo.

Luego del paso de los huracanes Gustav e Ike por Cuba, Castro no sólo dijo tal disparate. Se demoró quince días en aparecer ante las cámaras y los damnificados de Isla de la Juventud y Pinar del Rio, quienes soportaron dos grandes temporales de agua y vientos en algo más de una semana, aunque previamente envió a la zona de desastre a algunos miembros de su séquito, incluidos varios generales.

Su demora en aparecer públicamente abordando el tema tiene similitud con el líder del comunismo internacional, José Stalin. Este demoró un mes en aparecer públicamente, luego de la invasión germana de la Unión Soviética el 22 de junio de 1941. 

Según los historiadores, Stalin se sintió tan sorprendido por la invasión de su aliado, que fue incapaz de hablar directamente a sus súbditos o acercarse a sus soldados, que huían aterrorizados del Blieskrieg.

Victimario del Mariscal Tujachevski y del generalato ruso durante las purgas de 1937, por miedo a su inteligencia, y firmante del tratado de paz con Hitler que desmembró al Estado Polaco, Stalin tardó en recuperarse del golpe dado por la maquinaria teutona. Su debilidad, basada en su paranoia y su instinto, costó a su ejército y población incalculables sacrificios.

La tardía presencia del General Castro ante los que perdieron casas y todo lo demás, se vio marcada por esa expresión. ¿Que miraba el segundo comunista en la zona del desastre que le pudiera dar esa idea?

Arropado por sus secuaces, es poco probable que el General Castro no pudiera ver las vetas de la tragedia personal y social que abaten la zona. El hospital destruido, las casas derribadas, los ciudadanos en harapos y literalmente hambrientos, tratando de recuperar lo máximo donde no existía lo mínimo, barrido por vientos de más de 200 km por hora.

El tono triunfalista de Castro esconde su comprensión de la tragedia y su incapacidad para ayudar. Disimula su responsabilidad de cincuenta años por no haber construído urbanizaciones fuertes, sólidas y modernas. Disfraza la rotura de los lazos civiles que engranarían los mecanismos de cooperación nacional e internacional.  

Quizás por eso y ante la magnitud del cataclismo, apresuró la entrega de las tierras ociosas a particulares, medida detenida injustificadamente durante un año; retomó el discurso de una sola moneda en el país, la precariedad de los salarios y  aceptó un dialogo incondicional con la Unión Europea.

Entrar al camino de la modernización económica y social, venciendo la resistencia de los conservadores puede ser a largo plazo una de las consecuencias del desastre. Mientras tanto, la desfachatez de Raúl Castro, al decir que los pineros están contentos, luego de ser destruidas sus pocas riquezas, hiere la sensibilidad. 

 

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