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17 de septiembre de 2008
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Cubanos en harapos (Parte 1 de 2)

Miriam Leiva

LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) - Cientos de miles de cubanos han perdido sus miserables pertenencia acumuladas durante los 50 años de revolución prometedora de un futuro próspero y abundancia para todos. Dos arrasadores huracanes se han encargado de mostrar al mundo la verdad escondida detrás de la propaganda sobre salud pública y educación gratuitas, y la satisfacción de las necesidades. 

La información controlada hacia el extranjero y limitada al pueblo por la carencia de electricidad en los lugares más afectados, por muy minimizada que haya sido, ha develado el resultado de las prohibiciones absurdas y los grandiosos planes por capricho. El Estado lo ha controlado todo, de manera que ha sido ilegal reparar o construir nuevas viviendas. Los permisos para hacerlo han estado muy controlados, por tanto era necesario el mercado negro, la economía informal, para conseguir ladrillo, cemento, cabillas, arena. Muchas personas lo han realizado con dinero enviado por sus familiares en el exterior o con sus cuestionados ahorros, pero no siempre pudieron inaugurarlas y disfrutarlas, pues  se las han confiscado y hasta  pasado años en la cárcel acusados de “macetas” (así llama el gobierno a la gente que acusa de acumular dinero ilícitamente). 

Supuestamente el Estado benefactor facilitaría viviendas a través de su programa de construcción, que en los mejores años no han alcanzado  las 50 mil, y mediante el movimiento de microbrigadas, compuesto por trabajadores que han construido durante 5 años para optar por un apartamento según sus méritos políticos y laborales, o por tiempo indefinido cuando se ha determinado parar la obra por diversos motivos. Todavía se pueden apreciar edificios iniciados décadas atrás, a medio construir, mientras existen miles de “albergados” debido a fenómenos naturales, además de las lógicas necesidades de nuevas generaciones. 

Entre las soluciones encontradas por la revolución estuvo que quien salga a residir al extranjero deberá entregar todas sus propiedades, en primer lugar la morada. También existen muchas dificultades para heredar. En fin, los habitáculos son entregados por intereses del Estado, los llamados méritos y las componendas con los Comités de Defensa de la Revolución, la Seguridad del Estado, algún dirigente amigo, y otros sortilegios. Pero de todos modos envejecen y no hay como darles mantenimiento para que resistan 50 años más. 

Se añade que el Estado ha descubierto la manera de ahorrar materiales a través de  los techos, que normalmente deberían ser sólidos, sobre todo en un país atacado por huracanes, lluvias torrenciales y el tiempo. Son “tejas infinitas” y cubiertas de asbesto  cemento, muy delgadas y  mal fijadas, las que vuelan y vuelven a volar, hasta en los almacenes, teatros e instalaciones deportivas. 

 

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