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16 de septiembre de 2008
OPINIÓN

Gustav, Ike y la unidad solidaria de un pueblo


Miguel Saludes. 


MIAMI, Florida, septiembre, (www.cubanet.org) -Las imágenes trasmitidas desde Cuba después del paso de los huracanes Gustav e Ike resultan desoladoras. La fuerza de la naturaleza, desatada de manera inusual en dos ocasiones con apenas una semana de intervalo, hizo graves estragos en todo el cuerpo del caimán caribeño. .


Las declaraciones hechas a la prensa por un testigo, después del paso de Gustav por Isla de Pinos, resultan elocuentes. Asegura que en Nueva Gerona muchos han perdido sus casas, y casi todos tienen sus pertenencias destruidas. Según cálculos preliminares de las 25 000 viviendas que hay en la Isla de la Juventud, 20 000 están afectadas de alguna forma. De estas al menos 10 000 están sin techo o destruidas totalmente. “Hay problemas serios con la alimentación... Actualmente la Isla es como una prisión, por la insularidad, aunque ya se han restablecido los vuelos... El dinero no tiene ningún valor, no hay qué comprar ni dónde comprar nada.” El entrevistado recordó que aún existen problemas en espera de solución derivados del huracán Michelle en el 2001.Este es solo el cuadro de la región especial habanera.


Ciertamente la pérdida de vidas humanas ha sido mínima. Y eso es un resultado loable si se compara con los centenares de muertes ocurridas en países cercanos azotados por los mismos fenómenos. Otro aspecto a destacar es la actitud solidaria de los cubanos que viven fuera de su país. No pocos de los residentes en la también amenazada Miami, preocupados por los primeros pronósticos que vaticinaban el cruce de los ciclones por su patria, dijeron preferir que estos se desviaran, sin importar que como consecuencia el impacto se produjera en el sitio donde residen en la actualidad.  


Gustav pasará como uno de los peores huracanes en la historia meteorológica cubana. Ike, además de su poder destructivo tuvo como rasgo particular un detalle religioso. Su entrada se produjo justo el día en que los creyentes veneran a la Virgen de la Caridad, patrona de Cuba. Incluso la entrada del meteoro ocurrió casi por el mismo lugar donde fuera descubierta la pequeña figura tallada hace más de cuatro siglos, en medio de un escenario tormentoso. Este ocho de septiembre los vientos, lluvias y trenes de olas que trajo Ike recorrieron la ínsula. Para algunos un signo misterioso. 

 
No faltó la visión maníaca del enfermo Comandante quien declaró en una de sus últimas reflexiones que Cuba, asediada por la Naturaleza, ha recibido un ataque comparable con los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki. Castro dejó como tarea a los físicos y matemáticos cubanos fundamentar cierta teoría que establece la equivalencia entre la energía desplegada por los huracanes y la contenida en miles de artefactos nucleares como los lanzados en Japón. El dictador se pregunta cuantas viviendas anticiclónicas será necesario construir en el futuro. La respuesta la ofrece él mismo con una de sus acostumbradas cifras desmesuradas. Pero no exagera el octogenario ex gobernante cuando se refiere al trabajo reconstructivo que necesita Cuba para recobrarse de tanta ruina. Una realidad que parece haber tocado el punto crítico con estos dos golpes climatológicos.  


Cuando se aprecian las imágenes del desastre se comprende la magnitud de un problema que se ha ido agravando por años. La mayor parte de las edificaciones derruidas eran bohíos y bajareques, supuestamente erradicados del paisaje cubano por el actual sistema. Edificios que ahora no pudieron resistir el embate del agua y los vientos, ya eran candidatos a caerse con el primer aguacero. Viejos techos coloniales, faltos de mantenimiento, endebles cubiertas de fibrocemento y tejas de aluminio terminaron por ceder de manera irremediable.  


La incomunicación de Isla de Pinos es una prueba del abandono y el retroceso sufrido por a nación cubana. Gerona y Batabanó dejaron de contar con enlace marítimo regular desde la hecatombe de los noventa, cuando dos viejos ferries españoles dieron sus últimas travesías ayudados por remolcadores. Fueron sustituidos por una barcaza contratada a cierto empresario extranjero. Los penosos viajes entre la isla chica y la grande a veces duraban 20 horas. No pocas veces la embarcación quedaba al pairo entre las dos orillas, por rotura o falta de combustible. Evidentemente Cuba se viene abajo desde hace décadas.  


Pero si algo positivo puede sacarse de tanta desgracia es la postura de la mayor parte del exilio cubano en sus esfuerzos para romper los muros que limitan el contacto pueblo a pueblo, por encima de consideraciones políticas. No importa que el lenguaje de la intransigencia trate de imponer su voz.

Negar la recepción de ayuda argumentando razones de principio es una actitud inhumana. Lo es también aquella que espera un enfrentamiento entre damnificados y autoridades en reclamo de asistencia, tal vez con la idea de que esto sirva como detonante de una peligrosa explosión social.  


Abrir puertas, actuar por amor al prójimo, a los suyos, es la lección que parece darnos esta triste jornada. Ike y Gustav, más allá del mal causado, pueden traer el bien del re encuentro entre compatriotas y la incontenible apertura de corazones y mentes a niveles imprevistos. Solo así, con el gesto de la mano tendida hacia los que se encuentran apremiados por el sufrimiento, se hace válida cualquier interpretación mística de esta cruz nacional que carga Cuba desde el pasado ocho de septiembre.

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