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15 de septiembre de 2008
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Señales del fin

Jorge Olivera Castillo, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) - La madre natura descargó su furia sobre Cuba. Un par de huracanes han puesto literalmente en la calle a miles de personas. Gustav y Ike se llevaron los bajareques de Pinar del Río en el oeste de la isla y varios caseríos de Holguín, donde entró con fuerza 4 en la escala Saffir-Simpson. El recorrido fue pausado y atronador por toda la geografía nacional. Inundaciones, hambre y traumas.

En el lente de las cámaras estuvieron en primer plano los paisajes más tétricos de una nación plenamente identificada con la miseria. Allí estaban los caseríos de paredes de tablas viejas y techos de bejucos, papel asfaltado o delgadas tejas de fibrocemento. Muchos de sus habitantes tal vez desearon irse dentro de algunas de las potentes ráfagas de viento hacia la muerte antes que enfrentar las vicisitudes de ahora y otras por venir.

Ambos huracanes  han despejado el ambiente de los clásicos ardides propagandísticos. Ha quedado a la intemperie la nación, el rostro sin maquillaje de la pobreza, los bolsones de indigencia desperdigados desde el Cabo San Antonio hasta la Punta de Maisí. De eso hay constancia, personas con nombres y apellidos viviendo interminables horas de angustia a causa de las limitadas disponibilidades para borrar de sus vidas el color de la tragedia.

Camagüeyanos, matanceros, avileños, tuneros, se agregan a la fatal lista de damnificados. Son decenas de miles de cubanos, jóvenes y adultos, niños y ancianos que vuelven a transitar por el limbo de la existencia. Con un intervalo de 8 días los dos eventos atmosféricos han desatado los precarios amarres de la incertidumbre. Hoy Cuba es tierra arrasada.

Por más alharacas mediáticas que insisten en la capacidad del pueblo para sobreponerse a las calamidades, la dimensión de las afectaciones es un motivo para señalar que habrá problemas por mucho tiempo. Basta conocer que todavía existen casos de familias perjudicadas por anteriores huracanes que esperan por un resarcimiento.

En La Habana, aunque en menor cuantía, se reportaron episodios adversos. El hecho de contar con inmuebles aparentemente superiores en relación a sus características constructivas, no exime de derrumbes totales o parciales. Hubo accidentes de este tipo y habrá que esperar otros.

Mencionar la palabra crisis en una redundancia. Lo que obliga a ponerse en guardia es la teatralidad de los gobernantes ante hechos que requieren una actitud transparente y razonable. Tanto la gratuita belicosidad como ese triunfalismo que pudre el sentido común sobran en la búsqueda de soluciones. Se trata del destino de miles de seres humanos arrastrados hacia el lado más escabroso de la supervivencia. Esa muchedumbre que lo perdió todo menos la vida quizás piense que el Apocalipsis comenzó con Gustav y Ike. No me atrevería a quitarles la razón.

oliverajorge75@yahoo.com

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