Huracanes y mentiras

Juan Carlos Reyes Ocaña, Holguín Press

HOLGUÍN, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) - Los holguineros quedamos atónitos tras el impacto de Ike. La mayoría no estábamos preparados para este tipo de catástrofe, pues nos faltaban recursos básicos como clavos, madera, martillos y otros útiles necesarios para preservar viviendas y enseres domésticos.

La situación se hace más grave debido a la escasez de víveres y la despreocupación del gobierno a la hora de enfrentar desastres de este tipo, manteniendo las tiendas desabastecidas. El discurso triunfalista que transmiten funcionarios y periodistas por las emisoras nacionales y locales da la sensación de que todo está resuelto y la calma reina entre la población, cuando verdaderamente las personas se encuentran desesperadas por las pérdidas de sus pertenencias. Además, los alimentos que se venden ahora mismo son insuficientes y por encima de su precio normal. En Holguín sólo un establecimiento está vendiendo pan, en moneda convertible. Hay escasez de agua potable, no hay electricidad en algunas zonas y no se puede cocinar, gracias a la iniciativa gubernamental llamada “revolución energética” que obligó a los ciudadanos a entregar sus antiguas cocinas de gas o keroseno y comprar las eléctricas vendidas por el gobierno . 

El panorama es desolador. A esto se suma la negativa del gobierno a permitir la entrada a Cuba de expertos norteamericanos para evaluar los daños y canalizar la ayuda directa a los damnificados.

La mayoría de los holguineros tienen el rostro triste, con la excepción de la élite dirigente que sí podrá “resolver” materiales de construcción para reparar sus  viviendas, si acaso resultaron dañadas y alimentos para calmar el hambre. La gente sabe que tendrán que seguir escuchando mentiras y promesas, y por último, ir a vivir en un albergue o en la casa de un familiar a esperar durante años  un milagro de Dios o la muerte súbita de Lucifer.

Nuestra isla ha sido devastada por tres huracanes: Gustav, Ike, y un tercero de categoría 50 en la escala social, que lleva azotando esa misma cantidad de años a este pobre país.