Como una guerra

Rafael Ferro Salas

PINAR DEL RÍO, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) - Tras el paso del huracán Gustav visité algunas zonas de las más afectadas de la provincia. En Ovas (poblado al oriente de la capital provincial), el tendido eléctrico fue devastado casi totalmente. Aún no ha sido activado el servicio. 

Los postes yacen en el suelo y sus cables impresionan a pesar de estar muertos. Algunos vecinos buscan lo poco que les quedó después del paso del viento y la lluvia. Conversé con una muchacha damnificada. Perdió el techo de su casa. Tenía en sus manos una cazuela y no dejaba de pasarle un trapo al utensilio de mientras hablaba conmigo. 

-Perdí todos mis equipos eléctricos. En medio de todo este reguero de cosas no sé todavía por dónde empezar a buscar algo que se pueda salvar. 

-¿Que les han dicho las autoridades?

-Por aquí no ha venido nadie del gobierno todavía. Mi esposo me dijo que no podíamos confiarnos en lo que prometan las autoridades…

-Pero en la televisión y la radio no dejan de anunciar que a los damnificados por el huracán se les dará todo lo que han perdido. 

-Nadie cree en eso. ¿Usted no sabe que todavía hay personas albergadas que perdieron sus casas cuando pasaron por esta provincia los ciclones de hace cuatro y seis años?  
Claro que sé eso, pero ahora mi interés principal es no desanimarla. Llega corriendo un niño y se abraza a las piernas de la mujer. Tiene en sus manos un soldadito de plomo. 

-Es mi hijo, tiene seis años. Se puso de lo más contento cuando encontró entre los escombros su soldadito. Ese es el juguete que más le gusta, tuvo suerte de no perderlo; al menos mi hijo no tiene que lamentarse. 

El niño es ajeno a las pérdidas grandes que sufrió su familia.

-A veces es mejor ser un niño inocente y no saber la causa de algunas cosas, me parece que se sufre menos. 
La muchacha es maestra de una escuela rural que también fue derribada por el huracán. Su esposo trabaja como chofer en un camión cisterna repartiendo agua en las zonas afectadas.