5 de septiembre de 2008   IMPRIMIR   VOLVER AL INICIO
 

País sin naipes

Tania Díaz Castro 

LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) - Según los expertos, más de las tres cuartas partes de las personas que viven en nuestro planeta juegan naipes. Aún así hay un pueblo que ha sido obligado a perder esta viejísima y entretenida costumbre: Cuba. Se cerraron los casinos de juegos con el triunfo del régimen castrista, y dejaron de venderse los naipes en las tiendas.  

Como en París, en 1397, en la Isla de Fidel Castro se prohibió jugar a las cartas. Ni siquiera el Juego de la solterona, que tanto gustaba a niños y jóvenes, pudo verse jamás. Aquellos que tenían familiares y amigos en el extranjero, sobre todo los que se dedicaban a adivinar el futuro por medio de las cartas españolas, pedían naipes antes que cualquier otra cosa. 

Quienes pertenecemos a la tercera edad recordamos muy bien muchos de los juegos que llegaron a apasionarnos en familia o entre amigos: el tute, la brisca, el solitario, siete y medio, la canasta... El bacará, el póquer, el veintiuno y medio, el cribbage y otros se jugaban en salones donde se apostaban gruesas sumas de dinero.

Sin embargo, a pesar de las prohibiciones estatales, en algunos hogares de la capital se siguió jugando a los naipes. Un ferviente jugador fue el famoso escritor Virgilio Piñera. En su apartamento de 27 y N, en el Vedado, jugaba canasta cada semana con sus más íntimos, casi hasta su muerte, mientras los agentes de la Seguridad del Estado enloquecían queriendo saber qué se hablaba allí, no porque existiera la posibilidad de que se apostara algún dinero, sino porque se sabía que Virgilio, como muchos de sus amigos, no simpatizaba con el socialismo fidelista. También el Tarot, uno de los juegos de naipes más antiguos, lo usan contadas personas en La Habana como medio para predecir la fortuna.   

Son numerosos los países donde desde épocas remotas se han producido y coleccionado naipes que son verdaderas obras de arte. Los japoneses se han especializado en imprimir barajas en papel de bambú con ilustraciones de gran valor pictórico, como el utagaruta, Juego de los Cien Poetas.  

Hace sólo unos meses la editorial alemana Onkel and Onkel sacó a la venta un juego de naipes que, por supuesto, sólo podría entrar por el Aeropuerto José Martí de Cuba de forma clandestina. Se trata de un juego de cartas con imágenes y datos de 32 dictadores. Cada naipe representa a un dictador -Hitler, Stalin, Mao, Castro, Pinochet, etc.-, el nombre del país que gobernó, cuánto tiempo se mantuvo en el poder y algunos datos poco conocidos. Por ejemplo, la baraja que corresponde a José Stalin señala que fue expulsado de la escuela al ser sorprendido mientras leía novelas pornográficas, y la del rumano Ceaucescu destaca su sospechosa admiración por el príncipe de Valaquia del siglo XV, Vlad Draculae, en quien se inspiró Bram Stoker en 1897 para crear el personaje de Drácula.  

En este original juego de naipes gana el jugador que logra deshacerse de cada uno de los dictadores que caiga en sus manos y se queda al final con las barajas que reflejan hermosas flores, animales domésticos y modernos autos. 

 

 

 

 
 
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