4 de septiembre de 2008   IMPRIMIR   VOLVER AL INICIO
 

La decepción de Fito

Luis Cino

LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) - Aún recuerdo el multitudinario concierto del roquero argentino Fito Páez en la Plaza de la Revolución de La Habana en 1993. Fue la primera vez que pisé la Plaza. La segunda (y última) fue cuatro años después, en enero de 1998, cuando vino Juan Pablo II y miles de habaneros nos dimos el gusto de gritar a voz en cuello: ¡Libertad!  

Han pasado más de 14 años del concierto, pero me parece que fue la semana pasada. Mientras el bajo y la batería atacaban los primeros compases de “El amor después del amor”, un mar de cuerpos jóvenes se movía y agitaba los brazos al cielo, como si imploraran en vano por la esperanza y la felicidad que parecían estarles eterna y definitivamente vedadas. 

Guardo pocos recuerdos gratos de los años 90. Eran tiempos de hambre y apagones, de amigos que se iban en balsas y se los tragaba el mar. En un anuncio que trasmitía la televisión, Fito Páez sonreía, levantaba el pulgar y nos invitaba a resistir para salvar la revolución. Parecía un chiste de mal gusto. 

Desde hacía varios años, además de Fito Páez, cantautores argentinos como León Gieco, Charlie García y Juan Carlos Baglietto eran muy populares en Cuba. Su forma de cantar y componer  influía tanto a los roqueros como a los cantores de la novísima trova que llamaban “los topos”. Tal vez  porque parecía infalible la fórmula argentina para cantar en clave bajo una dictadura.  

Todos, en mayor o menor medida, se mostraban solidarios con la revolución cubana, como si no repararan que, signo ideológico aparte, no era más que otra dictadura. Y nosotros, resignados a la indiferencia de casi todo el mundo, convencidos que de todos modos “los dinosaurios van a desaparecer” (como decía Charlie en tiempos de las Malvinas), los oíamos cantar a todos…  

Fito Páez, con sus greñas, sus gafas de miope y su banda rock, llegó por primera vez a Cuba a un festival de Varadero, a finales de los años 80. La última vez que estuvo en Cuba fue el pasado diciembre. Lo invitaron a tocar en la ceremonia de inauguración del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano. Primero fue el ambiguo discurso de Alfredo Guevara. Luego, Fito Páez, solo al piano, tocó las viejas canciones. Sonaron nostálgicas, supieron a despedida.  

El mes pasado Fito Páez expresó en Miami su decepción con la revolución cubana detenida. Al fin reparó (más vale tarde que nunca) en el hecho de que más de 49 años es demasiado tiempo para que los mismos tipos sigan aferrados al poder sin que hagan daño a su pueblo. Los sueños cuando no terminan nunca, se convierten en pesadillas. Si lo sabremos nosotros… 

El cantautor argentino nos desea buena suerte y mejores tiempos. Sin dictaduras ni embargos. Es su forma de desagraviarnos por la vez aquella en que, en un errado anuncio televisivo, se burló de nuestra desgracia y nos aconsejó resistir. 

Al menos por mi parte, estamos en paz. Aquello de “quien dijo que todo está perdido, yo vengo a ofrecer mi corazón” sigue siendo una de mis canciones preferidas.

luicino2004@yahoo.com

 

 

 

 
 
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