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27 de octubre de 2008
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OPINIÓN

La Primera del Cerro

Adrián Leiva Pérez. 

MIAMI, Florida, 0ctubre (www.cubanet.org) -Tiendas Panamericana S.A., es una de las firmas que en Cuba comercializa productos de amplia demanda popular. La oferta incluye alimentos, perfumería, electrodomésticos y útiles para el hogar. Como todas las de su género sus ofertas están limitadas por una condicionante. Las compras solo se pueden realizar con divisas, en moneda equivalente, uno de los eslabones de la doble moneda- doble vida, en esa cadena que pesa sobre los cubanos. 

Dentro de la red de estas conocidas tiendas se encuentra “La Primera del Cerro”, ubicada en la intersección de la Avenida de Santa Catalina y La Calzada de Vento, justo donde termina el municipio Cerro en esa zona de La Habana. El nombre del establecimiento se justifica doblemente. Por la ubicación geográfica donde se encuentra y por ser primero en ciertos asuntos. Según el criterio generalizado entre muchos de los clientes más asiduos a este sitio, La Primera tiene el número uno en la venta de productos de dudosa procedencia industrial. 

La falsificación se ha convertido en uno de los rubros más eficientes del mercado negro en la Isla. Básicamente los productos de las firmas Súchel y Súchel- Camacho S.A., dedicadas a la jabonería, champú, suavizador y los demás renglones afines, junto a los de perfumería, son los más apreciados por el mercado industrial clandestino. Para su elaboración  se emplea parte de la misma materia prima que se utiliza en los originales. En muchos casos estas proceden de los almacenes estatales, de donde son desviadas hacia los talleres de elaboración clandestina. 

Con estas producciones falsificadas, que no cuentan con la calidad de las originales, se desarrolla un contrabando que es hoy una actividad cotidiana en la capital del país. Un amplio sector de la población concuerda con este criterio.

Ciertamente la Primera del Cerro no es la única, ni mucho menos, involucrada en estos menesteres, y no es difícil comprobarlo. Pude hacerlo al comprar un frasco de champú, de 750 mililitros  y otro de acondicionador, ambos de la marca “Tour Seasons”, fabricados por Súchel-Camacho. Ambos presentaban diferencias apreciables, en textura y espesor, a los similares comprados en la tienda “El Mekont”, de la cadena TRD Caribe, que se encuentra ubicada a solo unos cuatrocientos metros de su “competidora.” 


Surgen varias interrogantes al respecto. ¿Son falsificaciones o deficiencias de calidad en lotes de producción de la firma Súchel-Camacho? Una funcionaria de esta firma cubano- española, que pidió el anonimato, asegura que las pruebas de control de calidad en las producciones están realizándose con la rigurosidad requerida, lo cual sugiere que la venta de los productos falsificados es un hecho ajeno a la firma productora. 


La realidad es que algo no anda bien y es obvia la falta de controles de calidad, sobre todos en los productos que ya se encuentran en la red minorista, que quizás debieran ser revisados en  muestreos periódicos. Estos controles, que ayudarían a proteger al cliente, no se realizan a pesar de que toda la cadena, desde la producción hasta la venta minorista, es totalmente estatal. 

¿Por que la firma Súchel-Camacho no realiza muestreos de calidad en los productos que están a la venta? Al hacerlo, estaría cuidando su imagen comercial y contribuyendo al respeto y la protección del consumidor. De hacerse, esto podría pondría al desnudo las ilegalidades tanto de suministradores como productores por cuenta propia, que roban la misma materia prima y la marca a la firma original, para hacerle la competencia en el mercado estatal. 

Mientras estos y otros problemas no se solucionen, el cuidado de no adquirir productos falsificados, de dudosa calidad, corre a cuenta del desprotegido cliente que en la mayoría de los casos no tiene muchas opciones cuando trata de comprar productos de producción nacional, con precios más asequibles que los de los importados. Al final, es el ciudadano común quien resulta doblemente esquilmado por la enorme maquinaria de la corrupción; los consumidores estafados pagan menos pero se arriesgan a recibir productos adulterados y de menor calidad.

 

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