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21 de octubre de 2008
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Rebeldes con causa  

Jorge Olivera Castillo, Sindical Press 


LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) - Obstinado, cansado, harto. Esas son algunas de las categorías emocionales que más abundan entre los capitalinos. Unos lo expresan entre dientes y otros para que lo oigan bien claro. Lo cierto es que la exasperación cobra un ritmo inusitado, y no es para menos.

El desabastecimiento y la inflación están en competencia y una significativa parte de los consumidores mira las pírricas ofertas y maldice la hora en que nació. Sí, he escuchado esa expresión más de una vez por estos días, lo que denota un pesimismo contiguo a la locura.

Es que el período especial no se va. El socialismo lo parió y desde entonces es el hijo mimado, el ilustre descendiente de un linaje que presentan como inmejorable, pero en el dorso siguen las puntas filosas de las penurias y el alambre de púas para estrangular la paciencia.

Las necesidades son de larga data. Dicen los economistas serios que no hay productividad, ni eficiencia. El obrero que le pone la vista encima a un aguacate que vale 20 pesos y a una libra de frijoles negros a 8 pesos, asegura que no hay vergüenza. De tal manera resume o comienza una catarsis que tiene voces de fondo con la misma letra y tesitura.

En ese momento se pierde el miedo. Esa condición que apenas pierde vitalidad entre nuevas hornadas de informantes y policías de civil con poderes extraordinarios para propinar palizas y encauzar a los que airean sus disgustos.

A pesar de la fugacidad de estos eventos de protesta, hasta ahora mínimos y circunscritos a la hora de efectuar alguna compra, el asunto ha ido aumentando progresivamente a medida que la escasez va reflejándose en un número mayor de tarimas, la pésima calidad de los productos y precios no aptos para cardíacos.

La rebeldía toma otras características, pero condicionada a una actuación enmascarada. Vuelven los volantes con frases antigubernamentales, los mensajes de protesta pintados en las paredes con asfalto mezclado con algún diluyente y también lanzamientos de piedras contra automóviles de los agentes del orden. Todo realizado bajo la cobertura de la noche o tras un diseño de ataque con los respectivos aseguramientos para minimizar las posibilidades de una captura.

Un deterioro de las condiciones, que analistas de crédito consideran muy probable, podría generar un efecto desencadenante de frustraciones y críticas con fuerza para romper algunos de los diques represivos.

De concretarse tal escenario habría que pensar en el desborde de los elementos anárquicos, que de hecho existen desde hace bastante tiempo y hasta ahora frenados con una eficaz mezcla de tolerancia y castigos.

El paso de los ciclones Gustav y Ike impregna en el ambiente el olor del peligro, y esta vez no es una vaga aseveración. Se combinan factores que dan al traste con el estallido. Usar en demasía correctivos sociales, como los juicios ejemplarizantes, las detenciones masivas, multas, entre otros disuasivos, contra presuntos, potenciales o declarados infractores de la legalidad socialista, es en estos momentos una decisión que debería requerir de mayor prudencia y cálculos con el menor margen de error posible.

Hay que revisar las bases del sistema, es cierto y además atinado. Hacerlo sin un plan donde se tengan en cuenta, ritmo, profundidad, balance y multiplicidad factorial, es sencillamente allanar el camino al caos.

Un breve repaso por la actitud gubernamental ofrece una lectura poco optimista. Se quiere continuar moldeando la sociedad a palos. El juego de las apariencias, la pereza, las postergaciones y el empleo delirante de los mecanismos de fuerza son procedimientos quizás útiles a corto y mediano plazo para conservar el poder.

De no haber rectificaciones en la estrategia preparémonos para peores tragedias. Un anciano, con alma de erudito, me aseguró con aires proféticos. “El final de este engendro será violento”. Amargamente, casi estoy por creerle.  

oliverajorge75@yahoo.com 

 

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