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13 de octubre de 2008
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Casos de familia (I parte)

Lucas Garve, Fundación por la Libertad de Expresión

LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) - Silvia está enferma, tiene 42 años y un hijo de nueve; divorciada, sin vínculo laboral desde hace dos años por la enfermedad de los huesos que la aqueja. Su madre se opone a que mantenga relaciones con el ex esposo Tomás, algo más joven. Cuenta la anciana que no soporta las relaciones de violencia entre su hija y el antiguo marido. Por eso la amenaza:


-Si te vuelves a ligar con Tomás, no te ayudo más.

Lázaro es un joven homosexual, enfermo de VIH. Se emborracha a menudo, y esto acentúa sus rasgos esquizoides. Ha recibido tratamiento para sus padecimientos. El rechazo de la familia lo ha lanzado a la calle en varias ocasiones. Vivió por años en un sidatorio. Su vida se convirtió en un infierno.

Catalina, de 48 años, bajo nivel escolar, ama de casa, se vio obligada a abandonar a su marido –más de 20 años de unión- y sus hijos, ya mayores, cansada de soportar la violencia física que su marido alcohólico ejercía contra ella. Ahora reside en otra provincia donde encontró un hombre que la respeta y la trata bien, aunque lejos de sus hijos, nietos y familiares cercanos.

Estos casos sirven de ejemplo para acercarnos a  las situaciones de violencia intrafamiliar (VIF) que se suceden en Cuba diariamente. Según los estudiosos de las relaciones de familia del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas, la violencia es “Todo acto u omisión  intencional, que tiene lugar en el  ámbito de las relaciones interpersonales en la familia y es capaz de producir un daño físico, psicológico o patrimonial a su(s) ejecutor(es), o a otro(s) miembros(s) del grupo, causando irrespeto a los derechos individuales”.

En  el primero de ellos, observamos cómo Silvia, en una posición desventajosa (enferma, no trabaja por invalidez, inestabilidad sentimental, dependencia económica), es víctima de la madre mediante el chantaje, las palabras, las amenazas.
En el segundo caso, Lázaro es una víctima de la violencia en varios sentidos: por ser homosexual y contagiado con el VIH.

En el tercero caso, Catalina es víctima del rol que ha cumplido la mujer tradicionalmente, que la sume en la dependencia del marido al que debe obediencia, y es él quien toma las decisiones en el hogar a pesar del alcoholismo, y quien resuelve los conflictos a trompadas.

El poder intrafamiliar, generalmente, lo ejerce el hombre, que se siente en el patriarcado. Aunque la mujer, desde un tiempo, ha desplazado un tanto a la figura masculina, al asumir la posición de jefa de familia cuando enfrenta algunas cargas domésticas, y sobre todo en la crianza de la prole, aspectos que le garantizan un mayor peso a la hora de tomar decisiones.

 

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