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2 de octubre de 2008
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¿Qué pasará con los huevos? 

Oscar Mario González 

LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) - Los capitalinos muestran especial inquietud ante la probable falta de los huevos de gallina luego de varios días observando, a través de la televisión, los cuantiosos daños sufridos por la industria avícola al paso de los ciclones Gustav e Ike.

No se trata de espavientos infundados por la humana tendencia al pesimismo. Según las cifras oficiales sobre los “daños ocasionados por los huracanes Gustav e Ike”, la ventolera ciclónica, específicamente el Gustav, “afectó seriamente el 80% de la avicultura de Isla de la Juventud y totalmente los ocho municipios pinareños azotados.

El Ike, según la misma fuente, ocasionaba “la pérdida de más de medio millón de aves, unas 100 mil de las cuales pudieron sacrificarse y venderse a la población”. Si tenemos en cuenta que la mitad de los huevos consumidos por los habaneros provienen de Pinar del Río, es fácil suponer una notable disminución en la oferta cuya cuantía, al no informarla el gobierno, se doblega a la imaginación popular.

El noticiero de televisión dio algunos datos adicionales como la afectación a más de 1000 naves avícolas, 70 millones de huevos dejados de producir y más de 1 millón de ponedoras muertas. A pesar de ello el funcionario aseguraba que se garantizaría la cuota mensual.

El desasosiego de los cubanos y de los capitalinos en particular tiene sobrada justificación. La ciudadanía luego de medio siglo de carencias (de ellos cuarenta y ocho con libreta de racionamiento), ha visto desaparecer  la casi totalidad de los renglones alimenticios originalmente ofertados por la susodicha tarjeta hasta llegar al día de hoy en que los suministros se reducen a frijoles, azúcar, arroz, pollo, picadillo de soya o pescado y huevos. Ahora bien, el huevo, con mayor o menor presencia, siempre fue fiel al cubano de a pie. Nunca desapareció del todo de la mesa del hombre de abajo.

Desde el inicio del trajín revolucionario la primera promesa del futuro alimenticio fue abarrotar la república de huevos en tiempos tan tempranos cuando aún se le llamaba “república” a secas sin los epítetos de “neocolonial” y “mediatizada”. La fe y el fervor del momento unido a la aparente seguridad del pronóstico hicieron soñar a todos con un mar gelatinoso de claras y yemas donde sólo haría falta extender la diestra y disponer del revoltillo y la tortilla.

Pero el tiempo iba pasando y el fruto amoroso del gallo y la gallina no se hacía sentir en la medida de lo prometido. Épocas no faltaron en que parecían extinguirse,  agitando el pecho de temores en lo que no eran sino travesuras infantiles y juego a las escondidas para luego aparecer en la mesa ya fuera frito o pasado por agua. Alguna vez estuvo por la libre, es decir, fuera de racionamiento. Fueron aquellos días de la década de los años ochenta, que algunos, desconocedores de la etapa pre revolucionaria, llaman “época de oro”.

Durante los años del periodo llamado “especial” se redujeron a ocho por persona y así hasta llegar a nuestros días en que cada ciudadano recibe 10 unidades mensuales. En los peores días de aquel periodo un cartón de huevos de 30 unidades, en Ciudad de La Habana, llegó a costar 150 pesos. Aún así era la fuente proteica más barata, asequible y fácil de elaborar.

Nadie duda que al cubano lo salvó el huevo. A él le debemos la vida. Por eso no serán nunca suficientes los elogios y congratulaciones que se le dispensen, y por la misma razón hoy los criollos se desvelan pensando en el dudoso futuro de tan imprescindible amigo.

En estos momentos de dificultades y de represión en ascenso, pero de escasas noticias oficiales la gente habla, se queja, lamenta, murmura y protesta. Se dice que si el cartón de 30 unidades está a 70, 80 ó 100 pesos en el mercado negro. Otro que en tal lugar la policía se llevó preso a uno que vendía un cartón en 5 chavitos. También que a un viejito le quitaron medio centenar que llevaba en un bolso ante la protesta de los presentes. Que si esto o lo otro.

El gobierno parece confiar en la represión y en la fuerza más que en la verdadera solución que para mí, sería importar huevos e inundar el mercado.  Así las cosas, todos se preguntan: ¿Qué pasará con los huevos?

Porque la experiencia de medio siglo le dice a la gente que mientras haya huevos habrá vida;  sin ellos, la existencia estaría en peligro.

 

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Litografía. Quitrín, La Habana, Cuba, 1850
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