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26 de noviembre de 2008

 

OPINIÓN
 

¿Flexibilización de medidas en Cuba? 
Miguel Saludes 
 
MIAMI, Florida, noviembre, (www.cubanet.org) -Las últimas semanas de noviembre han traído algún alivio en la situación del cubano de a pie. Después de que se destara una ola represiva contra los vendedores por cuenta propia y el mercado negro, las cosas parecen normalizarse a los niveles existentes antes del paso de los huracanes.

 
Cuenta mi amigo Roberto desde La Habana que ya los vendedores se han soltado nuevamente por las calles. El fenómeno puede deberse a dos causas. O bien las autoridades han aflojado la mano para no tensar al extremo una situación que se viene recalentando desde hace meses o la falta de dinero hace que la gente se lo juegue todo para obtener recursos que le permitan seguir subsistiendo.  


A lo anterior hay que sumar las secuelas de una crisis mundial cuyas afectaciones se sienten en la disminución de entradas de remesas procedentes del exterior, fundamentalmente de Estados Unidos y Europa.  


Mi amigo constató en estos días como la policía pasa indiferente junto a personas que ejercen la venta ambulante sin tapujos. El cambio verificado en el comportamiento de los uniformados es contrastante. Hace apenas quince días su reacción hubiera sido diferente y los atrevidos violadores de la ley hubieran sido detenidos de inmediato y su mercancía decomisada. Al parecer las órdenes superiores cambiaron de manera drástica. 


Ante la mudanza de actitudes Roberto reflexiona acerca de unas medidas anunciadas en son de decreto de guerra y que costaron a decenas de implicados ir ante tribunales sumarios. Su pregunta es válida Toda vez que el objetivo por el que se encarceló a esas personas no se cumplió, ya que otros están nuevamente en las calles vendiendo ¿serán devueltos a la libertad los que cayeron en esas redadas y sufrieron por la perreta?  
 
Nada de esto es nuevo en el panorama cubano de estas cuatro décadas transcurridas.

Pagaron años de cárcel los que fueron hallados con un dólar encima en la época en que portar esa moneda se consideraba delito de tenencia ilegal de divisas. Cumplieron cuatro años por salida ilegal los que fueron cogidos en alta mar navegando con rumbo incierto. No había diferencia si eran atrapados en la orilla o en plena carretera en sospechoso rumbo hacia el litoral. La lista de condenas es amplia: vagos, homosexuales, lumpen, creencias religiosas en conflictos con la revolución, enriquecimiento ilícito, y un largo etcétera. Irónicamente muchas de estas figuras dejaron de ser punibles aún con los infractores encarcelados. Lo más triste es que los afectados nunca recibieron compensación por el daño recibido. Ni siquiera moral. Simplemente lo que fue malo en un tiempo de pronto dejó de serlo. 

 
Es la misma lógica que enfrentaron los que sufrieron los efectos de la perreta del 2003 con el resultado de los juicios sumarísimos de la Primavera Negra. Supuestamente aquellas personas fueron apresadas y condenadas a penas extremadamente severas por trabajar a favor de una potencia extranjera. La mayoría de los encausados ejercían el periodismo independiente, eran bibliotecarios o activistas del Proyecto Varela.

 
Después de concluido el infausto proceso contra setenta y cinco ciudadanos, otros continuaron escribiendo, dirigiendo bibliotecas o haciendo activismo cívico y de oposición. A pesar de las detenciones, amenazas, el rigor de los mítines represivos, y hasta algún enjuiciamiento, no se repitió una jornada de similares connotaciones.  


Mi amigo se hace el mismo cuestionamiento sobre estas excusas ambivalentes que por una misma infracción un día te llevan al castigo y al siguiente pierden su efecto condenatorio. Y llega a una conclusión acertada cuando reflexiona que el gobierno toma las medidas y usa las leyes no para hacer justicia sino para aprovecharse de la justicia. Deja dormir las leyes sin usarlas, hasta que las despabila para que le sirvan a su conveniencia, fundamentalmente en objetivos políticos. No para proteger a la sociedad, sino para preservar su dominio sobre ella.   

Es el razonamiento que hace funcionar la maquinaria totalitaria que rige los destinos de Cuba. Este se basa en los caprichos del sistema, quien lo dirige  y las conveniencias de su estrategia dirigida a sustentarse en el poder a costa de sembrar el terror y las dudas en la sociedad.

 

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